Jujuy: Murió un histórico minero y sindicalista de El Aguilar

  • 14 de mayo, 2018
Cuando comenzaba el programa de actividades conmemorativas del quinto encuentro de ex mineros, Mineros y Familiares del Aguilar", falleció Roberto Troncoso. Tenía 87 años y, en su haber, una larga lucha sindical en el gremio de los mineros. Durante casi tres décadas trabajó en la compañía minera El Aguilar; había ingresado como peón cuando apenas tenía 18 años, interrumpió su labor sólo para cumplir con el servicio militar obligatorio y, luego, retornó a su función durante 27 años seguidos
Troncoso fue Secretario General del Sindicato Obrero Mina Aguilar (SOMA), en los años 1968 y 1969; antes había trabajado, codo a codo, en cuestiones gremiales junto a Avelino Bazán, quien le había precedido durante tres periodos seguidos en el mismo cargo de conducción. "Eran seres humanos, pero de otra categoría", así definía Troncoso a la diferencia que existía, en Mina Aguilar, entre los obreros y el personal categorizado. Diferencia que se incrementó cuando Eduardo López llegó como jefe de Personal. La indignación, además de la que producía la figura del funcionario, estaba justificada: en noviembre de 1973, la compañía minera no había cumplido con las leyes que el gobierno provincial había sancionado. La construcción de viviendas para los trabajadores, la mejora de las condiciones de seguridad y salubridad eran obligaciones no cumplidas por la compañía Mina Aguilar. Existía, además, un gran descontento por la suspensión de horas extras. Todos estos reclamos llevaban más de dos meses y, aunque en la presidencia estaba el mismísimo Perón, un gran paro y movilización estaba a punto de suceder. El lunes 5 de noviembre, en asamblea secreta, los trabajadores habían aprobado el plan de lucha que comenzaría a media mañana del día siguiente. Se organizaron para tomar la usina, cortar las comunicaciones y parar en forma masiva. A la medianoche, un incendio provocado por la misma compañía destruyó parcialmente la carpintería de la mina, el mismo fue sofocado por los obreros y estudiantes; fue un intento fallido para justificar el accionar de la gendarmería que actuaba como fuerza de choque privada de la patronal. Como estaba previsto, alrededor de un millar de obreros se movilizaron en la mañana del martes. A las diez de la mañana, mujeres y niños estaban en medio de la manifestación. Uno de los objetivos era detener a Eduardo López, jefe de Personal, para que compareciera ante los obreros. Un grupo de mineros se cruzó con un alférez de apellido Gómez, que estaba a cargo del destacamento de la Gendarmería Nacional. Se produjo un enfrentamiento. El gendarme levantó su pistola y disparó, reiteradamente, al montón; ocho obreros resultaron heridos. Más tarde, Adrián Sánchez moriría, crimen que aún sigue impune. Un grupo de manifestantes, por fin, encontró a López, el otrora soberbio jefe de Personal, estaba disfrazado de embarazada, en la sala de maternidad. Varios directivos, incluido López, fueron trasladados atados al estadio de la veta mina, donde debieron escuchar los reclamos de la multitud. Hasta allí llegó Avelino Bazán, quien expresó que no podían llegar a un acuerdo en esas condiciones; por eso, fueron hasta la comisaría de El Aguilar y firmaron un aumento del 75 por ciento que, un tiempo después, el gobierno nacional anuló. Así fue el Aguilarazo. El 24 de Marzo de 1976 encontró a Troncoso tratando de viajar para asistir a un plenario de obras sociales sindicales, en Buenos Aires, pero el viaje fue suspendido. Para entonces, él tenía el cargo de secretario de la obra de su sindicato. Ese día, desde los primeros minutos, gendarmes de La Quiaca habían detenido, entre otros, a: Reynaldo Aguilar, Juan Bejarano, Venancio Cárdenas, Rubén Andrés Cari, Walter Florentino Cervantes, Anastasio Colmenares, Concepción Cruz, Bruno René Díaz, Martiniano Espinoza, Efrén Guzmán, Cirilo Paredes, Santiago Quispe, Alberto Rodríguez, Mariano Rodríguez, Ángel Ricardo Rozo, Mario Fernando Sosa, Alejandro Subelza, Roberto Valeriano y Eleuterio Zapana; la gran mayoría, miembros del sindicato (en días posteriores detuvieron a los obreros Luis Ramón Romitti y Alberto Aramayo). Cuando Troncoso regresó a Tres Cruces, pidió autorización para ingresar a la mina y retomar a su trabajo. Enseguida, Telésforo Zurita lo botoneó y cinco minutos después, un grupo de gendarmes, sin presentar orden de detención, le puso las esposas y vendó sus ojos. Estuvo una hora en el puesto de gendarmería, luego lo llevaron a la comisaría de Mina El Aguilar. Al día siguiente fue trasladado a la Policía Federal, en San Salvador de Jujuy, lugar en el que permaneció hasta el 28 de marzo y de ahí al pabellón 5 del penal de Villa Gorriti. Estuvo incomunicado y sin abrigo durante aproximadamente un mes. Todas las noches lo sacaban de la celda y lo metían en una oficina para ser interrogado bajo amenazas. El interrogatorio empezaba cuando los carceleros colocaban un revolver sobre la mesa. Las preguntas giraban sobre sus ideas políticas y si él tenía conexión con militantes del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) o Montoneros. Como tantos presos políticos, también tuvo que soportar la visita del obispo Miguel Medina, quien se ofrecía a confesarlo y lo atormentaba para que traicione a sus compañeros, si quería salvar la vida. Fue torturado en varias oportunidades y también escuchó gritos desesperados de otros presos que después pasaron a integrar la terrible lista de detenidos-desaparecidos. Mientras tanto, su esposa, Ernestina Caiguara, y sus hijos fueron echados de la mina, esa información, con mucha saña, llegó por boca de sus carceleros. Troncoso, finalmente, fue trasladado junto a un grupo numeroso de presos políticos a la Unidad 9 de La Plata. No fue un descanso en las nubes porque la tortura siguió en el aire. Recuperó la libertad el 12 de enero de 1977. Después, ya en democracia, él, junto a otros sobrevivientes, declaró en el primer juicio por crímenes de lesa humanidad en Jujuy que condenó a: Rafael Marina Braga (uno de sus torturadores) a prisión perpetua e inhabilitación absoluta y perpetua, a Antonio Orlando Vargas (quien había sido director interventor de la cárcel mientras Troncoso estuvo detenido) a la pena de veinticinco años de prisión e inhabilitación absoluta; a José Eduardo Bulgheroni (fue teniente del Ejército y dirigió torturas) a la pena de prisión perpetua e inhabilitación absoluta. En los últimos años, Troncoso fue un activo participante en actos conmemorativos sobre aquellos trágicos años, el liderazgo de Avelino Bazán y de los compañeros que integraron la conducción del gremio que, con sus acciones, dejaron una marca en la historia de las luchas populares. Como nunca tuvo un reconocimiento oficial, hace unos días, Artistas en Lucha (AEL) decidió otorgarle un certificado honorífico firmado por más de cincuenta artistas de Jujuy, pero la delicada salud del homenajeado no le permitió asistir. Jujuy al momento