Que la campaña dirigida a promocionar la explotación de litio no consiga entusiasmar, pese a su énfasis, se debe a una experiencia que ha cimentado en el espíritu de los catamarqueños la sensatez del escepticismo.
No se trata sólo de los desatinos cometidos por los administradores del Estado con la renta proveniente de la explotación de cobre y oro en Bajo La Alumbrera. Esto contribuye a generalizar la desconfianza en menor medida que la constatación de que el litio se extrae del Salar del Hombre Muerto, en Antofagasta de la Sierra, desde 1997, sin que esa región haya experimentado evoluciones significativas en su desarrollo.
El desengaño por el incumplimiento de las expectativas que rodearon el inicio de la explotación de Bajo La Alumbrera obedece sobre todo a la impericia o venalidad de gobernantes que, al mismo tiempo que en términos personales prosperaron económica o electoralmente, obturaron el desarrollo genuino que podría haber devenido de la razonable inversión de las millonadas que el erario ingresó en concepto de regalías y utilidades. Una dirigencia miope dilapidó en el altar del clientelismo y la corrupción la oportunidad más concreta que Catamarca tuvo para financiar un proyecto de progreso autónomo.
Frustrado de tal modo el sueño minero amasado durante décadas, se pretende ahora reeditarlo sobre el litio. Pero lo ostensible de las diferencias con el caso del oro y el cobre es alza dificultades insalvables.
Desde una perspectiva reducida a lo puramente económico, no pueden más que conmover los esfuerzos empeñados en postular como hitos de inversión desembolsos de sumas que, no obstante ascender a centenares de millones de dólares, resultan insignificantes en comparación a los miles de millones de la divisa invertidos en Bajo La Alumbrera.
Primeras reservas frente al discurso oficial: si las utilidades de inversiones de miles de millones de dólares no se han traducido en desarrollo provincial, a punto tal que la dependencia de la Casa Rosada es más fuerte que nunca, ¿por qué habrían de esperarse éxitos desmesurados de unos centenares de millones?
Una perspectiva menos circunscripta a criterios economicistas tampoco habilita festejos anticipados.
Podría tal vez proponer apuestas al derrame de las actividades vinculadas a la explotación del litio en las comunidades aledañas a los emprendimientos. Pero resulta que el estratégico mineral se extrae de salares, en zonas inhóspitas muy alejadas de cualquier población.
Reservas adicionales ante los predicadores: Bajo La Alumbrera funciona entre Andalgalá, Belén y Santa María, ciudades que, con renta pública minera dilapidada y todo, sí se beneficiaron por el movimiento económico en torno al yacimiento, por mera ósmosis.
Abstención
Un incidente empresarial abonó hace unos días el escepticismo social.
Publicaciones especializadas en minería informaron sobre la adquisición por parte de la empresa canadiense Marifil Mines de más de 6.500 hectáreas en la puna catamarqueña, para explorar la existencia de litio.
El dato provocó un desconcierto generalizado, pues en principio no estaba claro si se trataba de una operación inmobiliaria ?las tierras, decían las publicaciones, eran fiscales- o de la compra de los derechos de exploración. Tras unos días, se confirmó que era lo último.
La inconsistencia de las reacciones, no obstante, expuso la improvisación del sector público y actualizó un interrogante cuya respuesta viene esquivándose desde que empezaron los cantos de sirena alrededor del litio.
La Provincia de Catamarca es propietaria de la empresa Catamarca Minera y Energética Sociedad del Estado (CAMYEN), fundada para intervenir en el negocio minero e incrementar los ingresos públicos provenientes de la explotación de los recursos minerales provinciales en la senda ya transitada con YMAD. Sin una firma estatal que se asocie al capital privado, como es YMAD, los beneficios económicos directos de la minería quedan restringidos a las regalías, que en el mejor de los casos ascienden al 3% del valor del mineral en boca de mina. YMAD, de la que el Estado catamarqueño es parte, amplió la renta minera provincial porque es socia en la explotación de Bajo La Alumbrera, de modo tal que suma al erario utilidades empresarias que casi triplican las regalías.
Llama la atención, entonces, que CAMYEN se abstenga de desarrollar una política empresaria agresiva para insertarse en el negocio del litio y procurarse beneficios a sí misma y a la Provincia, que si no se asocia a los emprendimientos queda limitada al cobro de unas regalías exiguas.
Más curiosa resulta la actitud de la CAMYEN si se considera que requiere de sistemáticos subsidios del tesoro provincial para cubrir sus gastos corrientes, pues el monopolio de la extracción y comercialización de rodocrosita no le alcanza para equilibrarse.
Los derechos para la explotación de rodocrosita en Minas Capillitas y la incorporación al capital de la firma del área Cerro Atajo fueron consecuencia, precisamente, de un arduo litigio con privados.
¿Por qué CAMYEN no intenta hacer lo mismo en el campo del litio, tan atractivo para los privados que los trámites tendientes a renovar u obtener permisos de cateo, exploración y explotación en el Juzgado de Minas se han multiplicado de modo exponencial?
Nótese que el funcionariato local se enteró por la prensa de que una empresa canadiense acaba de hacer una operación que involucró millones. De lo contrario, debe deducirse que sabía por otras vías de esta y vaya a saberse cuántas otras operaciones y prefiere no participar del negocio del litio por motivos que no se revelan.
Entre las repercusiones de la compra canadiense, no faltaron las alusiones a posibles maniobras de especulación, que no derivaron en la manifestación de intenciones de investigarlas o neutralizarlas. Por qué los privados podrían ganar con la especulación y CAMYEN no, es otra pregunta interesante. Es sugestivo que los privados tengan más información para lucrar que el Estado provincial, salvo que este desequilibrio informativo sea aparente.
Mientras aparecen estas evidencias de incompetencia, impotencia o desinterés estatal en un mercado que bulle, CAMYEN y el Gobierno celebran con las alharacas habituales modestos episodios administrativos, como un convenio con YMAD para evaluar las posibilidades de las energías alternativas, muy meritorio sin dudas, pero con beneficios a pillar, no tan inmediatos como los que podrían venir del litio.
Contraste
El único modo de que la Provincia logre ingresos significativos por el litio es que intervenga en los emprendimientos como asociada, pero el instrumento creado para tal fin se mantiene al margen de todo.
El fuerte contraste entre el empeño oficial empleado para promocionar el litio como nueva panacea provincial y la desidia de CAMYEN para aprovecharlo sugeriría que el negocio no ha de ser tan bueno como se lo pinta.
O que todo es mera bulla publicitaria que busca disimular el fracaso de la política minera.
El Ancasti