Los beneficios y perjuicios por la suba del dólar tienen distintos tiempos, según interpreta el autor del artículo, Fausto Spotorno, Director del Centro de Estudios Económicos de OJF
La fuerte reducción de la entrada de capitales es lo que provocó la devaluación del peso. Pero dicha corrección del tipo de cambio es lo que los economistas llamamos una "devaluación real", significa que la suba del dólar será superior a la inflación.
Como consecuencia, la economía argentina ganaría competitividad en dólares. Ese contexto beneficia a sectores exportadores o aquellos que compiten con productos importados, y perjudica a sectores que requieren de importaciones. Sin embargo, en la actualidad los sectores beneficiados tardan en poder sacarle provecho a esa mejora en las condiciones cambiarias, mientras que los sectores desfavorecidos lo sienten instantáneamente.
Así, la economía está entrando en un proceso recesivo que podría durar varios meses, hasta que comience a observarse el rebote de los sectores exportadores.
En 2017, en la Argentina entraron capitales por US$45.000 millones (netos), mayormente para financiar el déficit fiscal, lo que provocó una sobreoferta de divisas y una apreciación cambiaria.
Ello redujo la rentabilidad de los exportadores e hizo más baratas las importaciones, lo que terminó generando un déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos, muy difícil de sostener en el tiempo. En los últimos meses hemos visto una reversión muy veloz de ese proceso. Lo cual encarecerá las importaciones, entre las que se encuentra el turismo al exterior, pero sobre todo la energía y la compra de insumos.
En términos generales, la Argentina importa muy pocos bienes de consumo. Entre el 85% y 90% de las compras nacionales al exterior son insumos para la producción, energía, bienes de capital y sus piezas.
Por ello, aquellas industrias vinculadas al mercado interno observan cómo los números se vuelven más complejos. Porque parte de sus costos se ajustan por el dólar, mientras que sus ingresos, a lo sumo, se ajustan por inflación.
Aquellos sectores vinculados a la exportación reciben el efecto contrario: sus ingresos se ajustan por el dólar mientras que sus costos se ajustan a la inflación. Sin embargo, esto es en la teoría, porque en la práctica tal división no es tan clara.
Pongamos el ejemplo de una bodega. Claramente, el vino es un producto que puede exportarse, pero es muy probable que en los últimos años sectores como estos hayan estado enfocándose en el mercado interno. Primero, porque el cepo y las retenciones a las exportaciones industriales alteraban fuertemente la rentabilidad y luego, porque el peso se apreció durante los dos primeros años del gobierno de Cambiemos.
O sea, la inflación le ganó al dólar. Eso significa que es mejor enfocarse en el mercado interno que en el externo. Posiblemente, con un tipo de cambio más depreciado, empresas vinculadas a estos sectores empiecen a ver con "más cariño" los potenciales mercados de exportación. De todos modos, desarrollar esa línea de negocios puede llevar tiempo.
Por otra parte, el agro (que es el principal sector exportador) tiene un ciclo muy específico debido a los procesos biológicos propios de cada producto. Y a la biología no le importa el dólar. Por lo tanto, hasta que no comience un nuevo ciclo no se puede aumentar la producción para exportar.
Ejemplo de esto es la soja o el maíz. La cosecha gruesa ya pasó y no fue muy buena. Por más que el dólar suba y mejore la rentabilidad del agro, no habrá un incremento de las exportaciones hasta que no vuelva a darse todo el ciclo agropecuario.
Finalmente, están otros sectores exportadores en los que los incrementos de producción implican un largo y lento proceso, como el de la minería.
Tarde o temprano, estos sectores exportadores reaccionarán favorablemente ante el tipo de cambio más alto. Sin embargo, lo primero que se siente es el impacto negativo de aumentos de costos y baja de rentabilidad. Es por ello que esperamos que, luego de unos meses recesivos, la economía se recupere para el 2019 y con ella, el empleo y los salarios reales
Clarín