Artículo de opinión realizado por el ex Ministro Julián Domínguez
Desde el primer día de gobierno del presidente Mauricio Macri se viene hablando del sesgo reprimarizador de su política económica en materia del comercio exterior. Los datos oficiales -a 30 meses de gestión- evidencian esta situación. Nos encontramos ahora frente a la decisión del gobierno de igualar los derechos de exportación entre manufacturas de origen agropecuario -como son el aceite y la harina de soja- y el producto primario que les da origen -el poroto de soja- en un esquema de regreso a los reintegros de impuestos en la exportación. Todas estas maniobras terminan de definir el claro sesgo reprimarizador de la actual gestión.
Es de público conocimiento que los países gravan con aranceles más altos el ingreso de productos manufacturados o industrializados que el de los productos primarios. La razón es evidente: preservar dentro del territorio la transformación industrial para asegurar a su pueblo el trabajo que genera la agregación de valor.
"De no mediar políticas a favor de la exportación de productos industrializados, se privilegia la exportación de la materia prima por sobre el producto con su transformación.''
El caso más impactante es el de China que importa 96 millones de toneladas de poroto de soja cada año, pero sólo 700.000 toneladas de aceite y absolutamente nada de la harina proteica.
Por su parte, Argentina sostuvo diferenciales en los derechos de exportación a favor de los productos industrializados, como medida espejo a la política arancelaria de los importadores. Desde los años "80 hubo una consistente política de mantener un diferencial en los derechos de exportación a la industria aceitera, que en algunos momentos fue de 8 puntos porcentuales. Incluso durante los años '90, cuando se eliminaron las retenciones, se mantuvo en 3,5 puntos a favor de la industria aceitera sumado a algún reintegro de impuestos internos.
Esto impulsó las inversiones multimillonarias del polo industrial aceitero más importante del mundo sobre la costa del Río Paraná, lo que transformó la economía de la soja en la Argentina ya que nuestro país dejó de ser un exportador del poroto para convertirse en el primer proveedor mundial de harina y aceite de soja -productos con valor agregado-.
La industria acompañó el crecimiento de la producción, pasando de procesar 4 millones de toneladas en 1986 a un récord de 44,5 millones de toneladas en 2016, con una capacidad instalada para moler hasta 60 millones, en línea con lo que se esperaba que aumente la producción en los próximos años.
Lo trascendental es que esto trajo beneficios al productor porque estableció una demanda constante a lo largo del año, distinta a la concentrada en el momento de cosecha como es la exportación del grano, lo que favoreció en el precio al productor.
Quienes pregonamos a favor de la industrialización de la ruralidad, de la agregación de valor en el territorio para generar desarrollo con equidad, no podemos dejar de alarmarnos por estas decisiones en contra del interés nacional.
De no mediar políticas a favor de la exportación de productos industrializados, como los reintegros de impuestos y diferenciales en los derechos de exportación, se privilegia la exportación de la materia prima por sobre el producto con su transformación. Esto equivale a una nueva vuelta al modelo de "granero del mundo", que hoy resulta socialmente excluyente e inequitativo.
Por Julián Andrés Domínguez
Ministro de Agricultura de la Nación (2009-2011).
Diario de Cuyo