Para los memoriosos, han de recordar aquella película titulada ¿Dónde estás, amor de mi vida, que no te puedo encontrar?, en la que el argumento gira sobre la historia de una mujer y un hombre que padecieron desengaños amorosos y que se conocen a través de un programa de radio que se dedica a conectar en parejas a sus solitarios oyentes.
Trayendo este argumento a nuestros días, y adaptándolo a la actividad, los que de una manera u otra abrazamos esta disciplina venimos sufriendo desengaños por parte de la autoridad nacional desde diciembre de 2015 a la fecha.
Nos ilusionamos con la quita de las retenciones anunciadas durante febrero de 2016, pero rápidamente nos ganó el desencanto, cuando, después de 2 años y medio, el gobierno decidió implementarlas nuevamente, luego de superar una tormenta cuando el Frente Renovador intentó incluirlas en su proyecto de modificación del impuesto a las ganancias.
Previamente, durante la campaña electoral, nos habíamos ilusionado con la lluvia de inversiones que vendrían a nuestro país, entre las que se encontraban las inversiones mineras. Todavía seguimos esperando.
La realidad actual es que las inversiones no aparecen, excepto para la minería del litio, la inversión en exploración para minerales metalíferos está atravesando una meseta, los proyectos más avanzados aún no inician su prefactibiidad o factibilidad, mucho menos su construcción, y los cierres de mina cada vez están más cercanos, sin que tengamos nuevos desarrollos en un horizonte cercano, que permita construir el círculo virtuoso de la minería que significa que cuando una mina está cerrando hay otra que está desarrollándose. Por el contrario, la pérdida de puestos de trabajo se ha convertido en noticia corriente en los últimos meses, a causa de cierres anticipados, disminución de la producción o suspensiones temporarias.
Por el lado de la autoridad minera nacional, las perspectivas no son, a mi entender, las mejores. Se desaceleró el proceso de búsqueda de inversiones, especialmente en lo que respecta a atraer inversores desde Oriente y Australia para los proyectos de cobre, inversiones que se mudaron a Perú y Chile fundamentalmente, y a la floreciente (en materia minera) Colombia. Como comenté en un artículo de mi autoría en septiembre de 2018, mientras Chile anuncia 30.000 millones de dólares de inversión en minería para los próximos 3 años, Argentina le pone retenciones a la actividad.Según un informe recientemente publicado en la revista Mercado, los metales representan el 30% de las exportaciones de Australia ?el único país desarrollado que no tuvo recesión en 2008-2009, Botswana pasó de ser de los más pobres de África al quinto del continente según su ingreso per cápita merced a las exportaciones de productos minerales y para Chile la minería representa, en promedio, el 15% de su producto bruto en la última década. Entonces cabe la pregunta ¿qué estamos esperando? O, ¿por qué no se imitan esos modelos de producción y promoción de las inversiones para reacomodar las devastadas finanzas de nuestro país?
Hoy, nación y algunas provincias están trabajando en diferentes proyecto so propuestas para reglamentar los cierres de mina, tema apropiado y necesario para dar previsibilidad, confianza y seguridad a las comunidades donde se están explotando minas, y a la sociedad en general, pero, desagraciadamente, no se está transitando el mismo camino para elaborar una propuesta que sirva de atractivo para el desarrollo de nuevos proyectos.
Por el lado de los empresarios, considero que falta más energía para reclamar, ante la autoridad, un cambio en las políticas mineras, particularmente aquellas referidas a los proyectos de minerales metalíferos, que son los más afectados por la crisis, sin olvidar que los no metalíferos (fundamentalmente cal y cemento), también están atravesando días complejos.
¿Por qué no pensar en una CAEM y un GEMERA que presenten propuestas a la Secretaría de Política Minera, al COFEMIN o proyectos de ley en el Congreso, y que se transformen en organismos de referencia y consulta permanente junto a las asociaciones profesionales de geólogos e ingenieros de minas, los representantes de los trabajadores y también junto a las universidades y centros de investigación minera?
Otra asignatura pendiente es la búsqueda de una salida que sirva para el desarrollo de la minería metalífera en Mendoza y Chubut. Desde hace tiempo que la clase política, en especial los cuerpos legislativos, debaten (¿debaten?) acerca de la oportunidad que significaría la actividad minera en cada una de esas provincias, el tiempo pasa, las elecciones llegan, "de eso no se habla" durante la campaña y volvemos a empezar después de los tiempos electorales. También hay que trabajar para que las otras 5 provincias que tienen prohibida la actividad, desistan de tal prohibición.
Hasta aquí, parece que está todo mal. De todas maneras, personalmente creo que siempre hay luz al final del túnel.
Hay minería metalífera y a pesar de la curva descendente hay exploración incipiente en algunas provincias, y hay un sector minero que a pesar de las complicaciones sigue apostando a invertir y producir, especialmente las más de 100 PyMES mineras que hay en Argentina, las cales y el cemento que tratan de ver el sol tras los nubarrones que no terminan de disiparse, y la lejana Río Turbio que trata de resurgir entre medio de conflictos, desfinanciamiento y la búsqueda de mercados para el carbón de la cuenca. Hay confianza en el futuro.
Considero que nos quedan por delante dos caminos: uno es el que nos llevaría a un profundo cambio de rumbo en materia de política minera, para seducir a los inversores para que desembarquen en Argentina, y alentar la esperanza de un futuro diferente que nos acerque cada día más a nuestros vecinos mineros, Chile y Perú, o el que nos lleva al abismo donde el país minero que soñamos, quienes de una u otra manera queremos, defendemos y vivimos de la actividad minera, se estrelle en lo más profundo de ese precipicio.
Ojalá, que como en el final de la película, superemos el desengaño y recuperemos la felicidad
Prensa Geominera