Los cascos blancos y amarillos de los mineros peregrinos se han convertido en un clásico. La gente los espera para darles víveres y aliento por el duro recorrido.
Integran uno de los grupos peregrinos más sacrificados que participan de las festividades del Señor y Virgen del Milagro en Salta. Recorren casi 300 kilómetros a pie, en condiciones de montaña y clima adverso.
Como cada septiembre Salta se transforma y se moviliza a través de la fe para honrar al Señor y Virgen del Milagro, una festividad que se celebra desde hace 30 años cuando 28 personas decidieron emprender un largo caminar desde la localidad puneña de San Antonio de los Cobres hasta la basílica salteña. Hoy unos 6 mil peregrinos de distintos pueblos, parajes y provincias, llegan a participar de la que se ha dado a llamar Madre de Peregrinaciones.
La celebración culminó este último fin de semana, con presencia presidencial inclusive, y en este marco festivo fueron los mineros de la Puna una de las delegaciones más numerosas y sacrificadas.
Los mineros de la Mina Patito, ubicada en Salar del Centenario, parten desde el interior profundo de la provincia y recorren cerca de 300 kilómetros a pie para renovar sus votos de fe tras llegar a la Basílica. Recorren caminos de altura, pasan frío y clima adverso y no por eso desisten.
La presencia minera en la peregrinación se remonta a 2008, cuando parecía que el mineral escaseaba y hacía correr el rumor de que iban a ser desplazados a otras mineras. Ese año un grupo integrado por Mario y Antonio Sanguezo, Pedro Lázaro, Dalmiro López, Abel Salva, Gustavo Martínez, Luis Martínez, Lorenzo Vargas, Mariano Lamas y Santos Torres, iniciaron la caminata de fe. El milagro fue tan grande que más de diez años después los sigue reuniendo y muchos de los muchachos siguen trabajando en el mismo lugar, según un medio escrito salteño, en donde se difundió la historia.
Mario Sanguezo, el precursor de esta peregrinación, recordó que hubo que hacer mucha gestión: Obtener el permiso de los jefes que por un tema de seguridad tenían sus objeciones y que les prestaran la imagen de la virgen de la Minera Santa Rita para llevarla en la caminata. "La tenían en una garita y le faltaba la corona, pensamos por eso que era la virgencita del Valle y oramos en el camino invocándola, cuando llegamos a Quijano y la pusimos al lado de la Virgen del Milagro nos dimos cuenta que era igual, que era ella y no la Virgen del Valle como pensábamos", relató Sanguezo.
La historia llegó al arzobispo de Salta, Mario Cargnello, quien encargó de Catamarca una Virgen del Valle, desde ese entonces los mineros caminan a cuestas rezando a la Virgen del Valle.
En la travesía conocieron a monseñor Dante Bernacky, con quien entablaron una fuerte amistad y los acompaña desde entonces. "A la peregrinación de la Puna y de los mineros yo la defino como un retiro espiritual ambulante y es tal cual. Son muy fraternos y gente que asume lo difícil que es vivir en la Puna y trabajar allí. Y también las condiciones de trabajo, son muchos días en la mina lejos de la familia. Lo asumen muy fraternalmente. Yo recibo de ellos mucho testimonio", definió con precisión el padre Bernacki en medios salteños.
El recorrido de altura que hacen los mineros se hace a todo corazón y pura fe. No hay señal de teléfono, sólo el sentir de los pasos y la compañía del viento.
Historia de fe
La imagen del Cristo crucificado fue donada por el obispo de Tucumán fray Francisco de Victoria al pueblo salteño en 1592. Venía junto con una de la Virgen del Rosario que debía seguir hasta Córdoba. Ambas fueron encontradas flotando en el puerto del Perú. Quedaron guardadas y en 1692, luego de los terremotos que devastaron la ciudad, aparecieron intactas. Entonces hubo un "pacto de fidelidad" entre la gente y "el señor y la señora del Milagro".
Diario de Cuyo