Mendoza, el mojón que se distingue y se rebela a las oleadas nacionales, con la minería que aparece en el horizonte

  • 30 de septiembre, 2019
El resultado electoral fue la manifestación de una estrategia acertada, elaborada y conducida por el propio Cornejo para retener en manos de su frente el control institucional de la provincia.
Por: Marcelo Torrez @MarceloTorrez Minutos después de las 18, un llamado telefónico rompió por un instante el nivel de tensión, expectativa y cierto grado de incertidumbre que se estaba viviendo por el cuarto piso de la Casa de Gobierno, en el reducto de la Gobernación. Un emisario del peronista Alberto Fernández pedía hablar con Alfredo Cornejo. La charla duró sólo unos minutos. Los suficientes para trasladarle a Cornejo, por parte del candidato a presidente Alberto Fernández, sus felicitaciones personales por el triunfo de Rodolfo Suarez en la provincia. "Alfredo, nuestros datos de las bocas de urna que hemos realizado a lo largo de todo el día te dan una diferencia de más de diez puntos. Alberto te felicita y dice que seguirán en contacto para lo que viene", escuchó Cornejo del otro lado de la línea. El llamado no hizo más que confirmar lo que el propio radicalismo había armado para amenizar la espera de los datos provisorios de la elección: un sistema de reposición, muy lejos de ser científico, pero bastante efectivo llevado adelante seriamente por el ejército de fiscales distribuidos en las más de 500 escuelas que se utilizaron para la elección de ayer. A partir de allí, todo festejo. El primero en hablar desde el centro de cómputos del oficialismo fue Martín Kerchner, el ministro de confianza de Cornejo que el propio gobernador había imaginado como su sucesor, un deseo que debió resignar por Rodolfo Suarez por contar ?el ahora gobernador electo? siempre con mejor imagen y mayor adhesión del paladar del perfil medio del elector provincial. Un premio consuelo, de alguna manera, para uno de los funcionarios de la Gobernación que lideró un área en la que se sustentó buena parte del triunfo de ayer: Portezuelo del Viento y el inicio de las gestiones para recuperar el control de la mina de sales de potasio, ambos megaemprendimientos ubicados en Malargüe, departamento que ayer retuvo el radicalismo, que se enfrentó a un peronismo unido que, en la previa, amenazaba con arrebatarle el territorio más austral de la provincia. La ratificación de las gestiones, particularmente en Las Heras, departamento donde el peronismo hizo jugar a una figura histórica pero controversial a la vez, como la de Guillermo Amstutz, y en todo el Gran Mendoza permitió construir el triunfo de Suarez, un gobernador que tendrá libertad de movimientos en la Legislatura para desplegar los proyectos de ley con los que piensa poner en marcha buena parte de la economía provincial, siguiendo lo que empezó Cornejo. En el horizonte aparece la minería y la forma o el método del que se valdrá Suarez para reactivarla en aquellos territorios que la están reclamando y allí piden pista Malargüe, desde ya, y Las Heras con los yacimientos ubicados en Uspallata. El resultado electoral fue la manifestación de una estrategia acertada, elaborada y conducida por el propio Cornejo para retener en manos de su frente el control institucional de la provincia: su enfrentamiento con Macri y el reclamo para imprimirle cambios a la política económica, y, luego, el refugio que buscó en Mendoza cuando recibió a regañadientes y con no menos críticas las respuestas del oficialismo nacional. La presencia del porteño Martín Lousteau y del gobernador jujeño Gerardo Morales, ambos formando parte del festejo mendocino, pudo haber sido la primera expresión cierta, concreta y pública de las nuevas aspiraciones políticas de Cornejo, tomando como base Mendoza. El gobernador mendocino necesitaba esta victoria para darle aire a lo que se imagina a nivel nacional: la reconstrucción del radicalismo desde Mendoza y desde la banca de diputados que ocupará desde el año próximo. Si todo se encamina por el mismo resultado que las PASO presidenciales, y, el 27 de octubre, el peronismo de Alberto Fernández se convierte en el nuevo conductor del país, sin dudas que Cornejo, Lousteau, Morales y algunos más protagonizarán el nuevo camino de los radicales antipopulistas, buscando identidad propia y construyendo una oposición de características particulares de todo lo que ha venido mostrando el radicalismo. El peronismo provincial, de ahora en más, deberá comenzar un duro proceso interno de reconversión y de la recuperación de los vínculos perdidos con la sociedad. El golpe fue durísimo, está de más decirlo. Nunca recibió una derrota del calibre de la de ayer. Su confusión se describe por dos vías: el kirchnerismo, del que Mendoza es reactiva, intentó colonizarlo y los históricos, intendentes muchos de ellos, perdidos en la interna propia a la que se llegó por las disputas de poder, ya no representan aquello que alguna vez resultó ser un atributo poderoso para interpretar al ciudadano medio de la provincia. El peronismo, entonces, tiene varios problemas por resolver y, entre ellos, el encontrar un lugar en el escenario nacional que hoy le sonríe a la entente liderada por los Fernández por esa marcada ineficiencia, inoperancia y falta de sensibilidad del gobierno de Mauricio Macri. Un Macri que, en su desesperación por achicar la distancia entre las PASO y las elecciones del 27 de octubre, quizás apele a lo ocurrido ayer en una provincia que la vio distante, particular y lejos de sus objetivos, aunque la haya visitado casi una decena de veces. Diario EL Sol