Santa Cruz/Río Turbio: La mujer del túnel

  • 11 de noviembre, 2019
Hay olor a azufre. Las glándulas ganan saliva de manera profusa y la boca pastosa se llena de un sabor metálico. El aire es polvo en el ingreso al socavón, las fauces de la mina de Río Turbio, provincia de Santa Cruz, en la estatal YCRT, con setenta kilómetros de galerías, la única mina subterránea de carbón que existe en el país en manos del Estado Nacional. *Por Sara Delgado Un mito cuenta que, en lo profundo de la tierra, el diablo tiene una amante obligada a parir el carbón y que nunca debe sentirse celosa. Por eso, la entrad

Hay olor a azufre. Las glándulas ganan saliva de manera profusa y la boca pastosa se llena de un sabor metálico. El aire es polvo en el ingreso al socavón, las fauces de la mina de Río Turbio, provincia de Santa Cruz, en la estatal YCRT, con setenta kilómetros de galerías, la única mina subterránea de carbón que existe en el país en manos del Estado Nacional.

*Por Sara Delgado

Un mito cuenta que, en lo profundo de la tierra, el diablo tiene una amante obligada a parir el carbón y que nunca debe sentirse celosa. Por eso, la entrada de las mujeres está prohibida. Si acaso alguna lo hiciera, el vientre se le pudriría como el vegetal de cientos de miles de años y el útero se le secaría definitivamente.

Más de quinientas familias dependen de la mina y cerrarla sería transformar a la Cuenca Carbonífera en un pueblo fantasma, de esos que vomitó el menemismo en los ?90, con políticas que repitió Cambiemos cuando en 2017 despidió a 400 trabajadores.

Los mineros dicen que el espectro que fecunda el mismísimo demonio es la ?viuda negra?. No hay fechas ni aproximación alguna a la verosimilitud, pero cuentan que cuando la tarea era precaria y los derrumbes la regla, un día de mucha lluvia el cerro cedió y con él las vigas, sepultando a un trabajador. Su esposa, que escuchó la noticia del accidente, corrió a buscarlo y aunque le dijeron que no debía entrar al túnel, intentó rescatar a su marido. Un segundo desprendimiento la mató y desde entonces se aparece en el interior de la mina.

Miguel Páez es minero y una de las voces más bravas en contra de la alianza Cambiemos cuando recortó el presupuesto y largó un preventivo de crisis. Según cuenta, "los mineros no permitían que las mujeres ingresaran a interior de mina porque cada vez que una entraba, ocurría una tragedia. Sólo los cuatro de diciembre pueden ingresar ellas, por ser el día de la patrona, la virgen Santa Bárbara".

Sin embargo, aunque en la mina las mujeres dan mala suerte, hace tiempo existe el cuchicheo de que hay una que entra a escarbar con los obreros y el carbón no dejó de aparecer. Llegar a esa mujer no es tarea sencilla. Durante dos años intercambiamos algunos pocos WhatsApp en los que planeábamos un encuentro que no sucedía.

Carla Rodríguez es la única mujer en el país que trabaja en una mina subterránea. En Bajo de la Lumbrera, un yacimiento de cobre y oro que está entre Catamarca y Tucumán hay mujeres, pero como explotan a cielo abierto no hay infierno ni nada que pongan en juego la extracción.

Nació hace 28 años en un parto natural en el viejo hospital de Turbio, donde los inviernos dejan hasta veinte grados bajo cero y los vientos pueden congelar las raíces de los dientes.

Su familia vivía entonces en un pueblito cercano que hoy está despoblado, apenas un holograma de lo que fue ?Mina 3?. Es la hija menor de cinco hermanos, el padre minero y la madre ama de casa. Hace ocho años que trabaja en YCRT. Mameluco y la cara negra de carbón, las manos que le resbalan entre la grasa de los armatostes de mecánica que ella misma desarma y repara.

? Presenté los papeles a los dieciocho años, no pasó nada y a los veinte volví a presentarlos. Me llamaron un veinticuatro de agosto de 2011 para que haga el preocupacional. Fue difícil porque no concordaba el DNI con quien yo era, sin embargo, logré entrar y empezar a trabajar fuera de todo el prejuicio que había.

A la mayoría los preparaban para lugares administrativos y superficie, pero a mí me tocó interior de mina en el momento que dividieron al personal. Pensé que realmente no iba a saber qué hacer.

Su ingreso a la mina se produjo antes de que se sancionara la Ley de Identidad de Género, por eso, y sólo por eso, la admitieron. Carla les hizo trampa a las supersticiones y a la cosmovisión de cascos iluminados.

?Yo me empecé a autopercibir después de los seis años, ya de chiquita le robaba las muñecas a mi hermana, las valijas de Juliana Coqueta, jugaba con esas cosas, pero con inocencia. Desde niña me autopercibí como yo era. Era interno, en ese tiempo era muy complicado decirlo.

La primera vez que le contó a alguien que se sentía mujer, fue a una amiga. Tenía diez años y le gustaba un pibe, pero no fue hasta los doce que encaró a sus viejos y les pidió que ya basta de ropa de varón, pelotas y pistolitas.

? Les dije que mi decisión era otra, que no iba a seguir vistiéndome como querían, que no me sentía bien, cómoda ni feliz. En el momento costó.

Carla se queda un momento haciendo sonidos para llamar a las palabras, pero se traga las que vienen saliendo. Entonces termina aclarando que eran gente mayor, con otra mentalidad. Hoy su papá está muerto y de su madre habla como si también lo estuviera, aunque se resiste a entrar en detalles.

La primera vez que salió vestida de mujer fue en la adolescencia. Una amiga le había prestado una remerita y un jean ajustado.

? ¿Por qué elegiste Carla?

? Ya todo el mundo me conocía y me decía así porque era algo inevitable. Siempre lo viví de manera natural, yo quería ser Carla.

Las ocupaciones ordinarias de Carla en una comunidad conservadora, que de a ratos le parecía una cajita de fósforos, consistieron en limpiar casas y ser niñera. Su papá era minero en superficie y todavía entonces -todavía hoy-, entrar a YCRT significaba alcanzar un cierto estatus, así que ella lo intentó ni bien terminó el secundario. Cuando le dieron el alta en la empresa, arrancó con algunas cirugías estéticas, a tomar hormonas y fue una de las primeras en Santa Cruz en cambiar su identidad después de la ley. Se puso Carla Antonella.

? Empecé a trabajar en mina y nunca tuve más problemas que las risas y burlas. Siempre estuve a la par de todos mis compañeros y hasta me tocó el sector mecánico. Por ahí tenía que dar explicaciones a la Jefatura, ahí sí era medio complicado.

De a momentos el relato de la única minera subterránea choca con lo que otras personas dijeron para esta crónica acerca de lo mal que la pasó, porque, como si fuese una polilla y la tunelera el capullo, entró con una identidad y terminó mujer.

? ¿Y si te echan la culpa de algo?

Carla suelta una carcajada.

? Sí, ¿vos decís que se va a poner celosa la viuda negra? Yo no creo en esas cosas. Son supersticiones nada más. Igual está la Santa Bárbara, pero para mí es medio lo mismo.

La ingeniera química Alba Caballero fue profesora de la universidad en Río Turbio y entre el ?86 y el ?92 estuvo en YCRT, y para ella que las mujeres no puedan entrar a la mina"es una negativa por la negativa misma, la gente común, de base, y las autoridades me han llegado a decir que había legislación vigente que lo prohibía, pero se los refuté. También se agarran de que los viejos, como se le dice a la gente que trabaja en la empresa, no van a permitir que haya mujeres o que va a haber algún tipo de revuelta. A las supersticiones las trae la gente del norte, en Río Turbio no hay algo que sea típico del lugar. Te hablan de la viuda negra, pero esa versión es diferente según la gente con la que hables. Por eso siempre considero que es una privación ilegal del derecho del trabajo, inconstitucional, en contra de las mujeres y que tiene que ver con un tema de competencia".

Ana Meza Cruz es antropóloga y estudió el trabajo en interior de la mina de Turbio. Para ella, además del mito de la Viuda Negra, "hay mucho de una concepción de las asignaciones sociales asignadas a los géneros y la división sexual del trabajo, que desde el momento de concepción del enclave y la empresa se perpetúa con el tiempo y se refuerza en los actos, en las festividades, en los relatos y si bien es cuestionada, aún no hay fuerza para ser transgredida, por lo menos abiertamente", dice.

Desde que está en YCRT, a Carla la eligieron como delegada de ATE y antes que eso, cuando Alicia Kirchner era ministra de Desarrollo Social de la Nación, se sumó a un taller de diversidad y empezó a militar en política.

? Eso me ayudó un montón a tener noción del acompañamiento que podés tener si hay empatía, voluntad, si te preocupás por el otro, si pensás en el otro, si ayudás a los demás. La militancia te enseña a tener amor por el otro. Ahí vi los cambios que había hecho el kirchnerismo, cómo reconstruyeron un país y desde entonces tengo mucha afinidad.

Delfina Brizuela, coordinadora del área de Diversidad de la provincia, su amiga, vivió una situación muy similar cuando se vino desde Tucumán como maestro de primaria y después de unas vacaciones de verano, llegado marzo, se presentó en la clase vestida de mujer y con otro nombre.

Delfina y Carla se vieron por primera vez en una charla del colectivo LGBTIQ, a la que fue con Marcela Cohocobar, una trans víctima del primer travesticidio que fue juzgado como crimen de odio en Santa Cruz y que este año dejó dos condenas a perpetuas. Su nombre es hoy paredón, grito en las marchas, bandera y un cuerpo que todavía no apareció.

"Ahí nos conocimos las tres y después nos volvimos a ver cuándo Carla decide trabajar como referente de la Asociación de Trans y Travestis de Argentina (ATTA) en Río Turbio. La verdad es que en la minera ella se empoderó y trabajamos para defender sus derechos. Somos buenas amigas. Es super divertida, le gusta salir, viajar, es muy extrovertida", relata.

Carla trabaja seis horas de lunes a viernes y cada dos semanas rota turnos de madrugada. Se levanta, se toma unos mates y prefiere irse vestida de fajina a la mina. Clava mameluco y no prepara el rostro para enfrentar el de los demás. Va sin una gota de maquillaje porque termina llena de tierra. Hace rato dejó de registrar el aroma seco con el que la recibe la mina.

? No gasto producto para ir a trabajar. Si estoy de joda me visto tranqui, ya pasé la etapa de la juventud, ya estoy un poco grande. Jeans, estiletos, blusa y un saquito, más de eso no, pero arreglada siempre, y siempre con un rico perfume. Ahora ando con ?212? de Carolina Herrera y si no, el ?One? de Calvin Klein. Me gustan los caros.

La Opinión Austral