Las 2 definiciones más potentes (y esperadas) de Alberto en San Juan en una semana agitada (bronca por la "no respuesta" sobre la minería)
- 21 de septiembre, 2020
Son los temas que más afectan a la provincia. Uno, vinculado con la geopolítica mundial, otro con lo que invoca el presidente: federalismo y exportación. ¿Y qué pasó? Por Sebastián Saharrea Por Sebastián Saharrea Usó el plural, pero no será porque no conozca el tema. Alberto Fernández se refirió como "Aguas Negras" al proyecto millonario de túnel que no c
Son los temas que más afectan a la provincia. Uno, vinculado con la geopolítica mundial, otro con lo que invoca el presidente: federalismo y exportación. ¿Y qué pasó? Por Sebastián Saharrea
Por Sebastián Saharrea
Usó el plural, pero no será porque no conozca el tema. Alberto Fernández se refirió como "Aguas Negras" al proyecto millonario de túnel que no consigue arrancar pese a que hace años está en la puerta del horno, arrastrando la dolorosa parsimonia de los tiempos del tándem Macri-Piñera y ahora frente a una nueva e incontrastable realidad sobre la que hubiera sido útil poder escucharlo.
Pero habló sobre el asunto, entregó pistas para decodificar. Pocas certezas y el asunto central que parece dar por hecho: el financiamiento, más de 1.600 millones de dólares originalmente, no está en discusión. Fue una de las dos vetas de interés de la provincia, donde hubo probablemente más entretenidos en los bordados de lo que hace ruido a nivel nacional (coparticipación).
La otra, aún más acorde con la definición de veta, fue la actividad minera: interesante observar a un porteño como él referirse en tiempo real y sin metáforas a una actividad que implica en sí mismo una vuelta de tuerca sobre lo que dice que lo obsesiona: el federalismo y la generación de divisas de la producción. Su no respuesta fue toda una respuesta.
Ocurrió todo en una semana extraña y convulsionada. Lo extraño fue el modo en que se planteó y se concretó la visita: anunciado extraoficialmente un domingo para ser confirmado recién el día antes, seguramente corridos por la necesidad de cuidados sanitarios de todos los visitantes y de la sensibilidad especial del momento político, susceptible de generar marchas y convulsiones allí donde vaya el presidente (lo que finalmente, ocurrió).
En una semana demasiado agitada para Alberto, antes y después de San Juan. Antes, con la decisión de retirarle por decreto a Larreta una asignación de recursos que Capital había obtenido por la misma vía, y entregársela enterita a Axel. Lo que tendría onda expansiva en San Juan, lógico, su primer destino en el interior post resolución. Después, fue horas más tarde: mientras aún estaba en el avión de regreso, se conoció la resolución del Banco Central de profundizar el cepo de dólares, con todo lo que tiene implícito.
Convulsionado momento, en el que también cabe preguntarse a qué vino Alberto. Porque podría haber firmado lo mismo vía zoom, dedicarle un tiempo especial a San Juan sin el trámite aeroportuario y las horas de vuelo. Pero lo hizo, una semana después de suspender un viaje similar que tenía previsto a Mendoza. Si lo que buscaba es enviar señales políticas y conocer el terreno de primera mano, lo hizo.
Yendo al grano, habló de "Aguas Negras". Y soslayó una parte importante del paisaje, se diría lo esencial: cuando le preguntaron sobre la obra, subrayó que el único inconveniente es la diferencia con Chile sobre la ubicación del túnel, cosa que en San Juan no tienen ninguna duda. Y remarcaron luego, vía el ministro Ortiz Andino, que el presidente no estaba al tanto de los últimos movimientos, pero que se llevó 15 carpetas con información detallada sobre el proyecto en firme y su situación actual.
Lo que sí dijo el presidente es que ese sería para él el "único" punto a definir. No habló sobre la financiación, o dio por descontado que no es un problema. Y allí hay toda una historia por recordar: el dinero para la construcción del esperado túnel está aprobado por el directorio del BID, el banco regional que se encarga de financiar este tipo de obras y que llegó hasta a mandar a su presidente, el colombiano Luis Alberto Moreno, a celebrar la novedad.
El asunto es que ese dinero disponible nunca se utilizó porque la obra sufrió increíbles dilaciones. Con la asunción del presidente Sebastián Piñera, lo que estaba listo para ser licitado entró a sufrir tardíos y sospechosos cuestionamientos. Que la ubicación, que podría haber otros lugares mejores, que la sismicidad, largos etcéteras que no excluyen intereses personales del propio mandatario en el puerto de Valparaíso, contra lo que iría un túnel de fuerte flujo de intercambio hacia Coquimbo.
Sumado a la no precisamente intensa dedicación del presidente Macri al tema, la tormenta perfecta. Así fue como se detuvo todo el envión, con el golpe de gracia de los movimientos sociales chilenos desatados hace un año y el coronovirus éste, que pusieron la prioridad en otro lugar. Con ese libreto se quedó Alberto, sin tener claro que el lugar es indiscutible, simplemente que puede haber otros pasos que se sumen.
En el medio ocurrió el evento geopolítico relevante del que aún no se sabe cómo quedaron las piezas acomodadas en el tablero. El BID cambió de conducción, no sólo de conductor sino también de paradigma. Moreno, el gran impulsor de la obra, dejó la presidencia a manos de un norteamericano que rompió la tradición de que esa silla corresponda siempre a un latinoamericano, como el FMI a un europeo y el Banco Mundial a un estadounidense.
Impulsado por Trump, fue designado Mauricio Claver-Carone. Argentina, lejos de acordar la designación, encabezó los cuestionamientos tanto por esa ruptura tradicional sino porque tenía expectativa de que resultara coronado Gustavo Béliz, hoy asesor presidencial. Ese pelotón que se resistió al nombramiento también incluyó a Chile. Pero nada de eso alcanzó para frenar la designación de Claver, una votación en la que el gobierno de Alberto se mostró abiertamente en contra y de hecho se abstuvo de avalar.
En su paso por San Juan, el presidente dijo que el único inconveniente es la postura de su colega Piñera. O no lo quiere blanquear, o sencillamente no es un problema la financiación del BID, pese a esas alternativas políticas. Hubiera sido bueno poder escucharlo de su boca.
El otro tema sobre el que siempre hay expectativas de escuchar a un presidente en San Juan es la minería. En especial, en un presidente que se proclama federal y apasionado de la producción y exportación para generar divisas. El año pasado, San Juan exportó por 1.240 millones de dólares, de los cuales más de 900 fueron de la minería. Para tomar cuenta de la escala, Mendoza exportó por 1.450 millones, apenas 200 más que San Juan siendo una provincia tres veces más grande.
Eso da la pauta de lo que implica la minería no sólo para San Juan (en su aspecto federal, se genera actividad económica lejos de Buenos Aires) sino para el país (produce un fuerte ingreso de dólares con la exportación recursos nacionales). Pero una mirada de plazo medio no debería soslayar que esa cantera se está agotando peligrosamente y el banco de suplentes de nuevos proyectos no se mueve, no hay nuevos para cuando se extinga Veladero y quede el trono vacante con las exportaciones sanjuaninas volviendo al piso.
No demanda demasiada pericia detectar la potencialidad de la minería en la economía nacional, tanto como el dique de contención que la sujeta. Son problemas que ocurren por varios motivos. Uno es la tentación al activo financiero, comprar y vender proyectos por sus potencialidades, sin ponerlos nunca a producir y sacar esa riqueza enterrada. En ese punto, la provincia se está poniendo más activa reemplazando a los desinteresados en invertir.
Y hasta podría utilizar en su favor el diferendo que hay entre privados por el pago de "alquiler", que pone a los dueños de los campos (el caso del calingastino Cortez Monroy) reclamando el fin de las concesiones a los principales proyectos (Altar, Azules), una veta que aún desarrolló.
El otro gran problema para ese despegue es la ley de glaciares, sancionada por impulso porteño (Daniel Filmus) y que pone bajo condición sospechosa a cualquier inversión que puede ser encuadrada como invadiendo un territorio vedado. Hace falta para liberar ese temor una interpretación federal para dar alivio a un sector de enorme potencial productivo y exportador.
Alberto Fernández justamente se autodefine como porteño, pero apasionado por el federalismo y la generación de divisas. Tiene con la minería la posibilidad de acertar un pleno: impulsar como nadie una actividad productiva alejada del puerto, que ha desarrollado por sí misma a los países con los que uno a veces se compara (Australia, Canadá, Sudáfrica, incluso Chile).
De eso sí le preguntaron, y prefirió una no respuesta. Que es, a su vez, toda una respuesta. Dijo textualmente que es un tema difícil y que de eso es de lo que más se trabaja en el ministerio de Medio Ambiente, que ocupa Juan Cabandié. Es decir, un elegante paso de torero. Sabe que lo que diga en San Juan repercutirá fuerte en la Capital. A veces no se puede estar en los dos lugares a la vez.
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