Mendoza: Un CEAS para cuidar y que no se convierta en una trampa letal

  • 15 de diciembre, 2020
Mendoza tiene una vocación histórica de diálogo plural y abierto, que es el rasgo más importante para reconocer a una sociedad resiliente. Así reflexionó el jueves pasado el gobernador Rodolfo Suarez, en el Bustelo, ante cerca de 90 invitados especiales que representaban a todos los sectores de la sociedad provincial: los económicos, sociales, académicos, gremiales, políticos, religiosos y, claro está, los tres poderes del Estado. Suarez inauguraba la sesión fundacional de lo que ya es el Consejo Económico, Ambiental y Social, el CEAS, mientras en el exterior del Bustelo el calor no daba tregua luego de todo un día de viento Zonda, asfixiante, que hizo trepar la temperatura a casi 40 grados. Por: Marcelo Torrez @MarceloTorrez Al otro día, el viernes, el tiempo se normalizaría, y la naturaleza nos regalaría o

Mendoza tiene una vocación histórica de diálogo plural y abierto, que es el rasgo más importante para reconocer a una sociedad resiliente. Así reflexionó el jueves pasado el gobernador Rodolfo Suarez, en el Bustelo, ante cerca de 90 invitados especiales que representaban a todos los sectores de la sociedad provincial: los económicos, sociales, académicos, gremiales, políticos, religiosos y, claro está, los tres poderes del Estado. Suarez inauguraba la sesión fundacional de lo que ya es el Consejo Económico, Ambiental y Social, el CEAS, mientras en el exterior del Bustelo el calor no daba tregua luego de todo un día de viento Zonda, asfixiante, que hizo trepar la temperatura a casi 40 grados.

Por: Marcelo Torrez

@MarceloTorrez

Al otro día, el viernes, el tiempo se normalizaría, y la naturaleza nos regalaría otro día luminoso, aunque con una máxima cercana a los 26 grados de alivio y gozo. Así es Mendoza, del infierno al paraíso, por momentos, en un santiamén, y, quizás, como especuló el propio Suarez, resiliente en un sentido amplio, aunque cueste a veces descubrir tal capacidad para enfrentar las adversidades y los fracasos recurrentes.

Además de lidiar con una pandemia inesperada, el primer año de gobierno le tenía preparado al gobernador un enorme golpe de entrada, inesperado, de alivio, que lo devolvió de un saque a esa realidad adversa y hostil que los sectores ambientalistas han sabido utilizar con éxito en contra del desarrollo minero, la llave que Suarez pretendía usar en un sentido amplio para comenzar el despegue de Mendoza. Hacer crecer a la provincia sobre la base de un retoque a su matriz económica, incorporando la minería a lo que ya tiene, como la vitivinicultura, la agroindustria, la generación de energía, la producción hidrocarburífera, la economía del conocimiento y el turismo, por citar los sectores más dinámicos, se había transformado en el sueño húmedo del gobernador desde antes de asumir. La oposición lo acompañó con las modificaciones a la ley 7.722 que, finalmente, se concretarían tras más de 10 años de discusiones. Suarez había obtenido, se insiste, el apoyo y acompañamiento de la oposición peronista; un acompañamiento que se concretaría hasta la puerta del cementerio. Cuando las manifestaciones en contra del avance minero se hicieron más llamativas y ruidosas, Suarez pareció quedarse solo y esa soledad fue la que, probablemente, luego operó fuertemente, también como excusa, para desarmar todo lo que había conseguido.

Está claro que nada por sí solo cambiará el rumbo de forma drástica y rápida cuando lo que está en juego es el crecimiento y la recomposición de una economía golpeada por más de diez años. Golpeada, sin crecimiento, sin generación de empleo genuino y en recesión desde dos años a esta parte. La minería en aquellos lugares con licencia social (Malargüe) y sólo en Uspallata con un proyecto que, incluso, se adaptó a los lineamientos de la 7.722, no produciría ese giro de 180 grados a lo que está impuesto que tanto se necesita. Pero, con control y con una reforma impositiva que apuntaba a una nueva forma de liquidar regalías, por caso, producirían una serie de recursos que hoy no están y que se volcarían a la modernización de los sistemas de riego para todo el agro mendocino.

Hoy, con el Consejo, el CEAS, y aquella apelación que hizo en su puesta en marcha a la resiliencia, más otras como hacer uso de esta, una oportunidad real para cerrar la grieta, para implementar políticas de Estado, para repensar los roles de todos reivindicando el esfuerzo y el trabajo, Suarez reactiva desde otro lugar y con una estrategia diferente aquel objetivo del arranque de gestión. Es un intento válido y también riesgoso. No se focaliza en la minería y ni siquiera la ha mencionado, aunque sí apuntó a ella durante las entrevistas de la semana anterior, la del aniversario del primer año. Pero está implícita, cuando habla de la necesidad de reducir los niveles de pobreza generando riqueza, puestos de trabajo, mejores sueldos y demás.

Ahora bien, por qué asume un riesgo grande también. Porque, si bien el CEAS no se ha instalado todavía como central en la vida de los mendocinos, los que en su gran mayoría ni siquiera lo registran, es probable que en algún momento pueda comenzar a generar expectativas quizás algo desmedidas. Allí están los ex gobernadores y no se ha quedado nadie afuera. Incluso, hasta los ambientalistas más duros y que se resisten a un cambio al status quo, están representados. Y, si bien no como ahora, en otros tiempos se buscó por medio de acuerdos amplios y pactos sociales encontrarles la vuelta a las políticas de Estado que necesita Mendoza y se fracasó, al menos, parcialmente.

Si este Consejo no brinda en un futuro cercano algún resultado positivo y si Suarez no logra despojarse de esa sospecha que algunos tienen de que en realidad lo que está haciendo es diluir responsabilidades que no puede delegar enmascarándose en este nuevo ámbito, más duras y dolorosas serán las consecuencias, en particular las políticas.

El Sol