Minerales y virus del Sistema Solar, por Ricardo Alonso

  • 18 de enero, 2022
La astronomía y la geología permiten indagar sobre misterios fascinantes, como las similitudes y diferencias entre la Tierra y los otros planetas, historias en común y hasta el mismo origen de la vida

 

La historia de la Tierra está escrita en los cielos. La Tierra pasó por sucesivas etapas desde su primitiva acreción a partir de la nébula solar hasta su configuración actual luego de 4.567 millones de años de evolución. Muchas de esas etapas, las del Hádico, Arcaico y Proterozoico, tienen una comparación analógica en otros cuerpos del Sistema Solar. Tanto en algunos de los planetas interiores como en los planetas exteriores y sus satélites.

La planetología, la geología planetaria comparada y la astrogeología son las ciencias que se ocupan de esos temas. Miramos al cielo y tenemos al frente y visible a ojo desnudo la Luna con sus grandes superficies claras y oscuras. ¿Qué nos enseña?.

Que nuestro satélite, nacido de una gigantesca colisión planetesimal, se desgajó de la Tierra y formó un cuerpo independiente, sin atmósfera y cubierto de polvo durante miles de millones de años. Tal como nos lo recuerda aquella huella de Neil Armstrong. Cuando los geólogos pudieron investigar se encontraron con que las rocas claras eran anortositas y las rocas oscuras basaltos. Basaltos provenientes de magmas que subieron por los cráteres dejados por los grandes impactos meteoríticos a los cuales rellenaron dando origen a lugares tan lindos como el Mar de la Tranquilidad.

La Luna no tiene corteza y lo que se ve a simple vista es el equivalente al manto terrestre. Pero lo más interesante es la intensidad de la craterización, esto es la cantidad de cráteres presentes en un área determinada. O sea que cuantos más cráteres estén presentes, mayor va a ser la antigüedad de esa superficie. Toda la Luna está acribillada de impactos meteoríticos. Como lo estuvo la Tierra en sus edades tempranas. Salvo que nuestro planeta tiene una corteza dinámica y una atmósfera que motoriza al ciclo hidrológico y a los agentes erosivos, todo lo cual ha borrado la mayoría de las cicatrices de impactos.

La seducción de Marte

En Marte las superficies craterizadas también indican su antigüedad y es así como se han establecido edades, desde las más antiguas a las más modernas, de acuerdo al grado de craterización. Marte tuvo además océanos que desaparecieron y una atmósfera distinta a la actual. Se piensa que la vida en la Tierra pudo haber comenzado en Marte, desde donde fue disparada por impactos que destruyeron la corteza y expulsaron “semillas” orgánicas que cayeron a nuestro planeta hace billones de años. La Tierra habría estado entonces en una situación fértil con agua, ozono, carbono, rayos ultravioletas y aquella sopa prebiótica habría recibido la simiente espacial y pudo haber reaccionado para dar las primeras células sin núcleo. El hallazgo en la Antártida de un meteorito marciano con unas esferitas de magnetita encadenadas que se supuso eran los restos de vida primitiva impulsó el debate sobre ese tema absolutamente controversial. Ya hay geólogos que sueñan que en los futuros viajes a Marte se puedan encontrar allí fósiles conservados en los sedimentos de los viejos océanos.

Ello sin dejar de considerar una hipótesis completamente disruptiva, la hipótesis de Hoyle-Wickramasinghe (H-W), de biología cometaria y panspermia. Según ellos muchos de los acontecimientos biológicos que ocurrieron en la evolución de la Tierra fueron disparados por la llegada de bólidos cometarios portadores de virus. La aparición de la vida en el Hádico, la gran explosión de la vida fanerozoica en el Cámbrico y hasta la evolución de los primates que llevaron al género humano sería explicable por ese fenómeno.

Pero Marte cuenta además con otras curiosidades, como el Monte Olympus, uno de los volcanes más grandes del Sistema Solar que con sus 24 km de altura triplica en tamaño al Everest. Aunque el Everest no es un volcán sino una montaña formada por la colisión continental de la India con Asia. En la Tierra el volcán más grande es el Mauna Kea, en las islas de Hawái, con más de 10 km de altura si se toman sus 4.400 m sobre el nivel del océano Pacífico y los 6.000 m bajo el agua. La gruesa corteza de Marte permitió ese crecimiento exagerado del volcán, ya que en la Tierra ese tipo de estructuras en ambientes continentales generalmente colapsan para formar grandes calderas volcánicas de las cuales salen disparados flujos calientes que se vitrifican para dar las rocas ignimbríticas.

A propósito, los Andes Centrales albergan la provincia ignimbrítica más grande del mundo. Y las ignimbritas son portadoras de litio, y mucho del litio que llega a los salares se lixivia de esas rocas. También se destaca en Marte una estructura que parece un hachazo planetario y que es el Valle Marineris. Este gigantesco cañón, con miles de kilómetros de largo, unos 200 km de ancho y una profundidad de 11 km es, en promedio, unas diez veces más grande que el Gran Cañón del Colorado e incluso más profundo que las Fosas Marianas.

Nuestra metamorfosis

Pero ¿Qué pasó en la Tierra para que empezara a funcionar la Tectónica de Placas? Durante el Arcaico y el Paleoproterozoico la Tierra se parecía más a Venus, Mercurio o Marte y solo había grandes planchas litosféricas rígidas y estancadas. Se conoce como Tectónica Lid. Algo ocurrió durante el Mesoproterozoico, conocido como los “Mil millones de años aburridos”, en que comenzaron a moverse, hundirse o colisionar para dar lugar a la Tectónica de Placas como la conocemos hoy. También es interesante destacar que, hacia fines del Precámbrico, entre 850 y 635 millones de años, la Tierra estuvo casi completamente congelada, al punto que a ese período de la “Tierra helada” se lo ha bautizado como Criogénico.

Mineralogía espacial

Los planetas exteriores del Sistema Solar o algunos satélites de Júpiter y Saturno dan una idea de cómo pudo haber sido aquella época de un mundo congelado. Este 2022 está declarado como el “Año de la Mineralogía” por la Asociación Mineralógica Internacional (IMA). Ello en el marco del patronazgo del “Año Internacional de las Ciencias Básicas para el Desarrollo Sustentable” de la Unesco.

Entre otras actividades se llevará a cabo en Lyon (Francia), en julio de 2022, la 23º Reunión Internacional de Mineralogía y estará enfocada a la sistemática mineral, física y química de los minerales, menas y mineralogía de menas y especialmente a la mineralogía planetaria e interiores planetarios dentro del campo de la mineralogía espacial. Justo en tiempos en que los robots siguen muestreando la superficie de Marte y retornando información virtual valiosa para entender la evolución de ese mundo hermano que mucho pudo haber tenido que ver con la Tierra.

Los meteoritos marcianos encontrados en la Tierra, especialmente en el Sahara y la Antártida, han dado información fáctica de la mineralogía de la corteza marciana. Pero las sondas de la NASA han podido identificar allí minerales como magnetita, hematita, yeso, boratos, numerosos silicatos y enviar esa información digital para ser analizada en nuestro planeta.

De la Luna se tienen meteoritos, los cargamentos de rocas lunares traídas por las diferentes misiones Apolo y también unos vidrios derretidos llamados tectitas que se sospecha cayeron a la Tierra a causa de grandes impactos que craterizaron la superficie lunar.

Otras reuniones

También están previstas reuniones para analizar los resultados de la misión japonesa al asteroide Ryugu (Asteroide 1998 KY26) con la llegada de la astronave Hayabusa2, el “Halcón peregrino”, que volvió a la Tierra luego de posarse sobre el asteroide y muestrearlo. Justo en tiempos en que se comienza a hablar con insistencia de la “Minería de Asteroides”, ya que en esos objetos del espacio se encuentran millones de toneladas de elementos químicos valiosos y necesarios para las nuevas tecnologías, como níquel, cobalto, platino, platinoides, oro y por supuesto hierro puro o nativo. Trillones de dólares de metales puros y esenciales navegando a la deriva.

De allí parte del éxito de la película “No miren arriba”, protagonizada por Leonardo Di Caprio, Meryl Streep y un elenco de grandes actores sobre el descubrimiento de un cometa que viene en rumbo de colisión a la Tierra. Es interesante la actuación y el rol que juega Mark Rylance, en el papel de Peter Isherwell, un billonario empecinado en hacer negocios con el cometa y el absurdo final de todo. El año 2022 es además el bicentenario de la muerte del famoso mineralogista francés René Just Haüy, quien ni siquiera soñó con estas nuevas fronteras de la ciencia.

El Tribuno