Historia de pudingas y conglomerados, por Ricardo Alonso

  • 15 de febrero, 2022
Si solamente habláramos de un amontonamiento de cantos rodados en un estrato geológico el tema puede resultar aburrido.

 

Pero si le agregamos el condimento de que esos paquetes de gravas fósiles pueden contener oro o diamantes, la cuestión se puede tornar fascinante. Y si aún le agregamos que mucho del agua potable, hidrocarburos, metales, minerales nucleares y otros recursos económicos vienen de esas rocas, ya pasan a ser al menos dignas de atención.

Un conglomerado, en términos muy simples, es una camada de gravas formada en ambientes fluviales, glaciarios o marinos, que por el paso del tiempo han sido consolidados y aún cementados.

Cementos comunes son el óxido de hierro, el óxido de manganeso, la sílice o los carbonatos. Esas y otras sustancias pueden estar concentradas de manera que por sí mismas formen yacimientos de interés económico. Un conglomerado está formado por trozos rocosos llamados clastos (roto, en griego; de allí la palabra iconoclasta). Clastos que pueden tener orígenes, formas, colores y tamaños muy variados.

"Budines y mortadelas"

La analogía con budines llevó a que los anglosajones, pragmáticos a la hora del idioma, impusieran el nombre de pudingas (por "pudding", igual a budín). Pero no es la única analogía. Hay otra más bizarra que se incorporó al léxico geológico salteño y es la del "conglomerado mortadela".

Esta roca se caracteriza por unos cuarzos blancos que semejan grasa inmersa en una pasta o matriz rosada a purpúrea. Es un conglomerado marino del período Cámbrico (Formación Lizoite, Grupo Mesón), cuyas rocas constituyen parte del núcleo de las sierras que limitan el Valle de Lerma: Lesser al oeste y Mojotoro al este.

Precisamente los ríos que bajan del oeste de la ciudad de Salta contienen muchos bloques o piedras bolas de esos conglomerados mortadela. Cortados y pulidos, constituyen una hermosa roca ornamental que hasta ahora no se ha beneficiado económicamente. Más teniendo en cuenta que según la legislación minera argentina las rocas pertenecen a los dueños de las fincas.

Por su parte, en el mundo, hay conglomerados famosos. Uno de ellos generó una riqueza gigantesca que comenzó con un prospector minero aficionado. Lo apodaban "Bad Luck" (Mala Suerte) porque además de sus malas condiciones físicas tenía mala suerte y nunca encontraba nada en las salidas dominicales, al revés de sus otros compañeros sudafricanos. Pero un día fue donde nadie iba y sacó muestras de un conglomerado que, al analizarlas, le dio mucho oro. Pidió la concesión minera y siguió explorando.

Había descubierto un retazo de una formación profunda de oro grueso que pasó a constituir una de las mayores reservas auríferas del mundo. Nada menos que el conglomerado proterozoico de Witwatersrand, un hito en la historia económica y minera de Sudáfrica. Demás está decir la buena suerte que lo acompañó a "Mala Suerte" desde entonces.

Paisajes góticos

Otros conglomerados se caracterizan por formar vistosos paisajes, sin ir más lejos los "paisajes góticos" del noroeste argentino. El Paso de las Flechas, cerca de Angastaco, por ejemplo.

 

Los conglomerados que no están fuertemente cementados pueden alcanzar una notable porosidad y permeabilidad. Ello los convierte en interesantes reservorios de aguas subterráneas. Y en algunas ocasiones de hidrocarburos. A veces han circulado por ellos aguas calientes que han depositado minerales.

En Jujuy se encuentra el conglomerado Providencia, al oeste del salar de Olaroz, que tiene plata nativa rodeando los cantos rodados y también mineralización de cobre. Dicha mineralización dio lugar a la mina Providencia. La mina Concordia, en proximidades de San Antonio de los Cobres, y otras de ese distrito como Recuerdo o Emilia, también tienen mineralizaciones metalíferas (plata, cobre, oro, plomo, zinc), alojadas en conglomerados, pero de edad Cretácico- Paleoceno.

Muchos conglomerados viejos de la Puna contienen oro grueso, como es el caso de Olaroz, pero más aún en Eureka, cerca del límite con Bolivia. El color ocre herrumbre del óxido de hierro proveniente de la oxidación de la pirita generalmente los delata. A veces están mineralizados por soluciones de manganeso como pasa en Ochaqui, dentro de la cuenca de Pastos Grandes, en la Puna Austral. Los clastos pueden ser redondos o angulares, demostrando su origen. Los angulares tienen menos transporte y pueden estar relacionados con glaciares o flujos densos ("mud flows" o volcanes de barro).

Los conglomerados glaciarios se conocen como tilitas o diamictitas, mientras que los de flujos densos, como los que ocurren en las grandes quebradas del norte argentino reciben el nombre de cenoglomerados. Este último término lo sugirió Horacio J. Harrington para el volcán de Jujuy, en la localidad homónima de la Quebrada de Humahuaca.

Los redondeados se relacionan con ambientes fluviales e incluso algunos de clastos chatos con ambientes de playas marinas. Los conglomerados constituyen un tesoro para las investigaciones geológicas no solo por los minerales que puedan contener, sino porque albergan la memoria de su origen a través del estudio de sus clastos. Los clastos ayudan a saber la procedencia, esto es las formaciones rocosas que les dieron origen al ser erosionadas. La orientación de los clastos puede ayudar a resolver desde dónde fluían las corrientes o sea la dirección que llevaban los antiguos ríos. En el norte argentino la aparición de rocas cristalinas metamórficas indica que provenían al menos desde el frente de la Puna, al igual que ciertas rocas volcánicas y algunos tipos de granito.

Nuestros valles

En Salta, el conglomerado más viejo sería el que aparece en el río Corralito, cerca de Campo Quijano. Grandes bloques de ese conglomerado se observan en el lecho del río y en algunos de sus afluentes. Tiene unos 500 millones de años y pertenecería al período Cámbrico. Se habría formado por grandes corrientes de turbidez en el fondo oceánico.

Otro conglomerado notable se encuentra en la base de la secuencia cretácica, en las capas rojas llamadas de Pirgua, y que tienen una excelente representación en el Valle Calchaquí y Quebrada de las Conchas. Se conocen como formación La Yesera y tienen notables afloramientos en la zona de cerro El Zorrito, el mismo que es famoso también por sus historias de tapados o tesoros.

Algunos puntos emblemáticos de la Quebrada de las Conchas como “El Sapo” o “Casa de los Loros” son parte de ese conglomerado, claro que por una avalancha catastrófica que desplomó la ladera del cerro El Zorrito unos 30 mil años atrás. Eduardo Ceballos, en su libro “Cafayate, rumores de su paisaje” (2010), ha creado poesía con todas esas raras geoformas de la “Gran Quebrada Roja”.

Entre otras riquezas, la belleza

Y mentando las capas rojas, en la Puna hubo un tiempo hace unos 40 millones de años donde la región estuvo casi a nivel del mar, con un clima cálido y húmedo, vegetación exuberante y una rica fauna de mamíferos, cocodrilos y tortugas.

En ese entonces se depositó una formación de arenas rojas llamada la formación Geste, que contiene los restos óseos de la fauna mencionada y en donde destacan algunos raros marsupiales. En la base de esa formación aparecen conglomerados del tipo pudingas, formados por clastos redondeados de cuarzo (“huevos de cuarzo”), que venían rodando por grandes ríos que corrían desde donde hoy es el territorio chileno hacia el Atlántico.

De ese estilo y muy lindos son los rodados patagónicos, una formación de conglomerados silíceos de amplia distribución en aquellas tierras australes. Obviamente sería imposible mencionar aquí todas las formaciones geológicas que contienen estratos de conglomerados o bien son conglomerados propiamente dichos. Tanto los que se encuentran friables y con una gran porosidad y permeabilidad como aquellos que están fuertemente cementados.

En África y en Brasil hay conglomerados que contienen diamantes, lo que los hace muy atractivos. Y también oro. Y a veces oro grueso. U otros rodados de metales como mineralizaciones de estaño y wolframio, que son comunes en Bolivia. Cuando los clastos son muy angulosos reciben el nombre de brechas. Si los guijarros son de una sola roca se los llama conglomerados monogénicos y si son de varias rocas se les llama poligénicos. También hay conglomerados y brechas de puro origen volcánico.

Una recorrida por las profundas quebradas del norte argentino permite observar, para un visitante despierto, grandes formaciones de conglomerados de todas las composiciones, tipos y orígenes. Muchos de ellos son formadores de paisajes singulares y de enorme valor turístico.

El Tribuno