Bloques rocosos gigantes y solitarios, por Ricardo Alonso

  • 11 de octubre, 2022
Una de las curiosidades de la geografía montañosa del norte argentino es la presencia de grandes bloques rocosos de muy distintos orígenes y composiciones.

Aparecen generalmente en los valles, cañones y quebradas, en su desembocadura e incluso a decenas de kilómetros más abajo. Estamos hablando de bloques enormes, de decenas a centenares de metros cúbicos, entre decenas y centenares de toneladas. Explicar la presencia de esos bloques es todo un desafío. Especialmente en regiones no glaciarias. Estas últimas pueden transportar englobados en los hielos de los glaciares bloques de cientos de toneladas desde su área fuente y llevarlos a regiones lejanas donde quedan abandonados de manera errática y reciben por ello, precisamente, el nombre de "bloques erráticos".

En Europa y América del Norte, las grandes glaciaciones cuaternarias, han dejado bloques dispersos en miles de kilómetros cuadrados por el avance de las masas glaciarias que se desplazaron desde los polos hacia latitudes medias. Es común ver bloques de rocas de varios metros cúbicos en la llanura de Berlín, formados por granitos y otras rocas ígneas y metamórficas que provienen de las montañas de Escandinavia. Y esto se repite en otras regiones glaciadas de la Tierra, donde los bloques erráticos descansan sobre el till, un sedimento de origen glaciario. En esos casos está clara la procedencia de los bloques, su naturaleza petrológica y el mecanismo que los transportó; esto es, el hielo.

Esos bloques erráticos fueron un rompedero de cabeza para los viejos naturalistas. Especialmente cuando Luis Agassiz propuso que en el período Cuaternario, durante las grandes glaciaciones, los hielos habían avanzado hasta latitudes ecuatoriales. La cuestión entonces era buscar bloques erráticos lo más cerca de la línea del Ecuador. Así y con ese propósito recorrió el Amazonas el geólogo norteamericano Frederick Hart de la Universidad de Cornell, que al final murió allí de fiebre amarilla.

Pablo Soria que navegó el río Bermejo en 1826, en un informe que envío a la Sociedad Geológica de Francia, menciona que no encontró allí bloques erráticos lo que demuestra el interés que existía por el tema, el cual tenía, además, reminiscencias del diluvio universal. Esto picó la curiosidad de los viajeros que por el camino de postas iban a Potosí a lo largo de la Quebrada de Humahuaca. Intentaban explicar los bloques gigantes sueltos como una consecuencia del diluvio universal.

Uno de los viajeros ingleses al Potosí se preguntaba si no habría sido la Quebrada de Humahuaca uno de los canales naturales por los cuales se evacuaron las aguas del diluvio universal. Magnífica, aunque errónea imaginación. En el norte argentino hemos observado varios mecanismos de generación de grandes bloques sueltos. Los viejos glaciares de montaña, las erupciones volcánicas y los desplomes de frentes de coladas de lavas, son algunos de ellos.

Las altas montañas estuvieron glaciadas por arriba de los 4.500 m sobre el nivel del mar durante la última glaciación. Al retirarse los hielos quedaron algunos enormes bloques sueltos como se aprecian en las cumbres de Aconquija, Chuscha, Cachi, Acay, Chañi y otros cordones montañosos. Entre los volcanes, uno de los más espectaculares es el Socompa que tiene su cara occidental volada por una erupción que arrojó bloques de hasta 400 m de diámetro.

Los frentes de algunas coladas lávicas, especialmente las ignimbritas de la Puna, colapsan por dilatación de sus fisuras y dejan caer grandes bloques como los que se ven en el volcán Tuzgle de Jujuy y que da lugar a la así llamada "Juguetería del Tuzgle". Algunos de los bloques de esa ignimbrita rojiza alcanzan los 10 m de alto y se usan para escalada en roca. Los turistas y los escaladores les han ido dando nombres variopintos ("Piedra de los Deseos", "Piedra Mística", "Piedra Partida", etcétera). Bautizar los objetos naturales inanimados, por analogía, resulta una buena manera de identificarlos (véase en la Quebrada de las Conchas en Salta las geoformas El Hongo, La Salamanca, El Sinclinal de las Ranas Fósiles, la Garganta del Diablo, El Anfiteatro, El Obelisco, El Sapo, El Fraile, Los Castillos, Los Médanos, etcétera).

Hay al menos otros tres mecanismos que permiten mover grandes bloques en favor de la pendiente. Uno de ellos son los colapsos o avalanchas de laderas que se generan por diversos mecanismos de rotura, tal el caso de los megasismos. Una ladera inestable, en un valle con fuertes pendientes, puede desplomarse por sí sola o con la ayuda de un sismo que actúe como disparador.

En el norte argentino hay decenas de ejemplos en las grandes quebradas de Humahuaca, El Toro, Escoipe, Conchas, Calchaquí y otras. Uno de los ejemplos paradigmáticos es el desplome de la ladera del cerro El Zorrito, en la Quebrada de las Conchas, formada por conglomerados cretácicos de la Formación Yesera que colapsó y formó un dique que generó un gran lago. Los restos de esa avalancha de rocas se observa desde Casa de los Loros hasta La Yesera, y a la orilla del camino aparecen bloques gigantescos, del tamaño de una casa, que parecen graves animales acorazados prehistóricos. En el fondo del lago se depositaron arenas micáceas y al quedar seco se removieron por el viento formando el hermoso campo de dunas de Cafayate.

Volcanes de barro

Otro mecanismo de movimiento de grandes bloques son los fenómenos de remoción en masa o flujos densos conocidos popularmente en el norte argentino como "volcanes de barro". El Arroyo del Medio, en Volcán, en la Quebrada de Humahuaca es uno de los ejemplos emblemáticos y mejor conocidos a nivel mundial. El fenómeno también se registra con intensidad en la Quebrada del Toro y Quebrada de Escoipe, durante los meses de verano. Los flujos densos son masas descontroladas de barro que bajan de las montañas en función de la pendiente y por sus características pastosas pueden llevar grandes bloques flotando englobados. Está lleno de bloques sueltos generados por ese tipo de fenómeno. Sin embargo destaca uno de ellos en las nacientes del río Corralito, procedente de la Formación Puncoviscana (Precámbrico) con un peso de 500 toneladas. Su adscripción a un flujo denso quedó registrada por un capuchón de ese material que se conserva en su superficie. O sea que ese bloque se movió por arrastre plástico como algo que se rompió y se derramó en función de la pendiente. Los flujos densos son masas de barro que se mueven como coladas volcánicas y pueden arrastrar englobadas en ellas bloques del tamaño de un automóvil o de una casa.

La furia de las aguas

La última tipología corresponde a bloques enormes que se encuentran a muchos kilómetros de su área de origen. Erráticos como los de campos glaciarios, pero en áreas libres de ese fenómeno. Los hay dentro del cañón del río Juramento y en su boca de salida conocida como Rumipampa, que en quechua significa campo o llanura de rocas. Uno de esos bloques gigantes está a la orilla del camino enripiado, en el tramo que sale desde la ruta provincial 47 hacia La Troja y antes de cruzar el puente sobre el río Juramento. El bloque de marras está compuesto por una arenisca calcárea de la Formación Lecho y por sus medidas pesa unas 700 toneladas. Yace aislado y la pregunta es cómo pudo llegar hasta ahí ya que su formación de origen está como 10 km aguas arriba. La única explicación lógica es que fue como consecuencia del vaciamiento catastrófico de un viejo lago como el que ocupó el Valle de Lerma u otros embalsamientos a lo largo del cañón del Juramento o, incluso, aún más lejanos.

En la entrada a la Quebrada de las Conchas, pasando Alemanía, y en las laderas del Quitilipi, hubo un endicamiento de las aguas hace 5.000 años por el colapso de una ladera. Luego ese lago se rompió y las aguas bajaron furiosas y tuvieron que canalizarse naturalmente por el cañón del Juramento. Esa avalancha de rocas, árboles, barro y animales prehistóricos debió bajar a una enorme velocidad llevando a los grandes bloques como corchos en el agua.

Al entrar en la llanura y disiparse la energía los bloques de Rumipampa quedaron allí como mudos testigos de ese extraordinario fenómeno. La fenomenología del transporte y depositación de esos bloques gigantes es un tema de investigación en progreso y excelente motivo de debate filosófico entre las escuelas catastrofista y uniformista de la geología.

El Tribuno