Catamarca/CARA Y CRUZ: Generosidad relativa

  • 29 de marzo, 2023
Un aspecto que no suele abordarse cuando se habla de la renta minera es el volumen que se revierte en beneficio de las propias empresas que la abonan.

Cuando, por ejemplo, se informa acerca de las inversiones del fideicomiso conformado con las regalías y otras gabelas que se liquidan al Estado por la explotación del litio en el Proyecto Fénix, localizado en el Salar del Hombre Muerto, se enfatizan los beneficios que las obras implican para las poblaciones aledañas al emprendimiento, sin mencionar jamás la ventaja que suponen para la firma, en este caso Livent.

Deliberada o no, la omisión contribuye a proyectar una generosa actitud de desprendimiento de empresa comprometida con el desarrollo de las comunidades que se allanan a facilitarles la explotación de sus recursos naturales, imagen que engrana con la estrategias publicitarias tendientes a robustecer la licencia social para la actividad minera, o bien revertir eventuales rechazos.

Esta narrativa se deshilacha en cuanto se advierte que la infraestructura postulada aporte al bienestar colectivo, le resulta mucho más útil a los holdings mineros para sus negocios.

Por las rutas y puentes celebrados como hitos de la integración territorial transitarán también, y con intensidad mucho mayor, los utilitarios de la Livent que transportan insumos y trasladan su producción, pesados camiones que obligan tareas de mantenimiento más sistemáticas cuyo costo, por cierto, no proviene del fideicomiso.

Lo mismo puede decirse de las obras energéticas, o de las que tienen que ver con prestaciones de salud o seguridad.

Si se incorpora este ingrediente, el análisis resultaría menos sesgado.

La renta minera no solo se invierte en beneficio de los pueblos, sino también de las empresas, y en más de un caso sería interesante profundizar para establecer si en realidad el Estado no se está haciendo cargo de una inversión que los privados tendrían que hacer de todos modos para sostener la rentabilidad de su negocio.

Conviene adoptar la perspectiva, porque Livent participa de la administración del fideicomiso. No sería extraño que, en sus criterios para opinar sobre el destino de los recursos, la proyección sus utilidades gravite más que el impacto social, y debe considerarse el sideral incremento que el valor internacional del litio experimentó en los últimos dos años.

De hecho demostró una gran solvencia para mermar los precios de exportación de su producto y reducir de este modo las cifras que debía erogar el fisco, que se calculan sobre la facturación.

Otro precedente para estar alerta sobre las avivadas fueron los 200 millones de pesos que el Gobierno tuvo que poner para cumplir con los plazos del financiamiento de dos puentes en 2021 porque la firma alegó que el año había sido malo para sus negocios, cuando en realidad fue por esa época que el precio del oro blanco comenzó a acelerar su ascenso.

Los aportes de Livent realizó para la constitución del Fondo Fiduciario Salar del Hombre Muerto pasaron de $260.043.847 en ese 2021 a $ 1.045. 206.382 en 2022: un aumento superior al 300% que no se explica por mayores volúmenes del producto, sino por la subida de su valor.

También son oportunas estas consideraciones para plantearlas en la discusión sobre el incremento de las regalías que pagan las litíferas, que se planteó en la Mesa del Litio debido a la coyuntura de ganancias extraordinarias que atraviesa la actividad.

En este sentido, el ministro de Minería Marcelo Murúa dijo que las empresas tienen buena voluntad para agregar valor al mineral, pero “no hay tanta buena predisposición” para que las provincias tengan mayor participación en los ingresos extraordinarios.

El Ancasti