Catamarca/Cara y Cruz: La Universidad de Río Cuarto, "Quince años vegetando"

  • 3 de septiembre, 2024
La necesidad tiene cara de hereje. En la crisis, la universidad de Río Cuarto acepta los fondos mineros.

Quince años después de rechazar por razones sociales, ambientales y de soberanía nacional los fondos que le correspondían por la explotación del yacimiento catamarqueño Bajo La Alumbrera, el Consejo Superior de la Universidad Nacional de Río Cuarto decidió por unanimidad utilizar el dinero que desde 2009 le depositó YMAD por ese concepto y que sigue depositándole todavía por las utilidades que arroja la explotación de Farallón Negro.

El decano de la Facultad de Ciencias Económicas, Guillermo Mana, habló sobre la desvalorización del dinero inmovilizado en el Banco Nación por la UNRC desde 2018, en un plazo fijo.

Explicó que, de acuerdo al índice de precios del consumidor, lo que valía un peso en 2009 ahora vale 266. “Recibimos el equivalente a 500 mil dólares y ahora tenemos 66 millones de pesos. Hemos perdido institucionalmente 10 veces el valor de lo que recibimos”, sintetizó.

La necesidad tiene cara de hereje. El Consejo Superior de la UNRC habilitó el uso de los recursos provenientes de YMAD en medio de la crisis de financiamiento universitario, a pedido de la rectora Marisa Rovera.

Desde 2009, la UNRC recibió varias remesas de Yacimientos Mineros Aguas de Dionisio, en el marco de lo establecido en el artículo 18 de la Ley Nacional 14.771, por el que la firma debe distribuir parte de sus utilidades entre las universidades nacionales. El dinero ingresó a la Tesorería de la UNRC y fue registrado como Fondos de Terceros, pero nunca se incorporó al presupuesto porque institucionalmente no se aceptaban.

Recién en 2018 el Consejo Superior decidió colocarlos en un plazo fijo, en una cuenta bancaria especial del Banco de la Nación.

Los consejeros acordaron ahora utilizar el dinero, pero aún no resolvieron su destino. Sólo se dejó sentado que no se utilizará para gastos corrientes.

La cuestión de los fondos que las universidades debían recibir por Bajo La Alumbrera generó un fuerte debate en su momento. Una parte objetaba el origen supuestamente espurio del dinero.

La Universidad Nacional de Córdoba, por ejemplo, rechazó en su momento el uso de esos recursos y nunca volvió a rediscutir el tema, pero además no creó ninguna cuenta para acumularlos aunque no los usara.

En cambio, la Universidad Nacional de Villa María aprobó en 2009 su utilización.

Un aspecto interesante de la cuestión es que YMAD, integrada por Catamarca, el Estado nacional y la Universidad Nacional de Tucumán, continúa repartiendo parte de sus utilidades a las universidades nacionales.

La de Río Cuarto advirtió por fin, ahogada por la crisis, el absurdo de seguir renegando de una fuente de financiamiento legítima, cuyo origen no ha provocado en definitiva las catástrofes sociales y ambientales que se auguraban cuando se la rechazó.

Que podría obtenerse mayor provecho de los recursos naturales del país es indudable, pero también es indiscutible que para avanzar en ese sentido se requiere fortalecer la posición de negociación. El margen para imponer condiciones de país empobrecido, como es el caso de la Argentina, es escaso.

La parábola de la UNRC plantea un interrogante contrafáctico: ¿sería institucionalmente tan vulnerable en la crisis si hubiera invertido los recursos que YMAD le destinó periódicamente en lugar de tenerlos vegetando durante 15 años? Reflexionar al respecto no sería ocioso para quienes pretenden defender la educación pública con más eficacia que posturas testimoniales.

Otra pregunta, menos contrafáctica: ¿De qué le sirvió rechazar los recursos mineros?

El Ancasti