300 Ediciones de Prensa GeoMinera: Un viaje entre desafíos y oportunidades de la Industria Minera, Por Favio Casarin

  • 7 de enero, 2025
"Una prensa libre puede ser buena o mala, pero sin libertad, la prensa nunca será otra cosa que mala" - Albert Camus.

Hoy, al celebrar los 300 números de Prensa GeoMinera, nos encontramos en una encrucijada que nos recuerda la historia de este emprendimiento editorial, surgido en medio de la tormenta económica y social de principios de 2000. Fue un momento marcado por la crisis, donde la incertidumbre reinaba, pero también se asomaba la capacidad de reinventarnos. En aquel entonces, un grupo visionario decidió dar vida a PGM, entendiendo que existía un vacío informativo en el sector minero, un espacio que clamaba por ser llenado con conocimiento y análisis.

La primera edición vio la luz en un contexto donde la Ley N° 24.196 de Inversiones Mineras recién comenzaba a marcar el rumbo de un sector que prometía revitalizarse. Proyectos como Minera Alumbrera y Cerro Vanguardia estaban en marcha, otros empezaban a gestarse, y con ellos, la esperanza de una nueva era para nuestra minería. Al mirar hacia atrás, es difícil no sentir una mezcla de nostalgia y admiración por aquellos que tuvieron la valentía de apostar, invertir y soñar en tiempos de adversidad.

Hoy, al albor del número 300, percibimos ecos del primer número, aunque la situación actual presenta nuevos matices y desafíos. La necesidad de comprender que nuestros recursos naturales no son simplemente una opción, sino una obligación colectiva, resuena más fuerte que nunca. Estamos llamados a desarrollar estos recursos, no solo como un imperativo económico, sino también en el marco de un desarrollo sostenible que debe regir nuestras acciones. Este compromiso no es negociable; es un paradigma que debemos abrazar con convicción.

El respaldo legislativo ha sido siempre un pilar fundamental. Así como la Ley de Inversiones Mineras ofreció su impulso en el siglo pasado, hoy llegó el RIGI (Régimen de Incentivos para Grandes Inversiones), para apuntalar y complementarla. Esta nueva iniciativa abre la puerta a la esperanza de que esta vez sí podremos aprovechar correctamente el potencial de nuestros recursos naturales. Depende exclusivamente de nosotros, con todo lo que ello implica.

Hacia adelante se extienden oportunidades inexploradas, así como el riesgo de caer en la mediocridad si permitimos que el discurso nuevamente se imponga sobre la acción. Es hora de que como sociedad aboguemos por un futuro donde la minería sea sinónimo de progreso, de sostenibilidad y de responsabilidad.

En el vasto recorrido de estas 300 ediciones, se revela una historia que va más allá de la mera crónica del sector minero. Desde los primeros destellos de optimismo a comienzos del siglo XXI, vislumbramos un horizonte lleno de posibilidades: recursos abundantes y un marco legislativo que prometía atraer inversiones. Sin embargo, tras esa expectante ilusión, emergió una dura realidad: del país minero que aspirábamos construir, solo quedó el eco de un discurso vacío.

Con cada cambio de gobierno y gestión, la minería fue sumida en un constante deterioro. La industria, a pesar de contar con circunstancias favorables, se vio atrapada en su propio laberinto de sombras. Durante los últimos 15 años, el sector minero pareció perderse en un ciclo de autocomplacencia, incapaz de adaptarse e innovar ante los desafíos que lo asediaban.

Aunque algunas provincias lograron cosechar frutos apostando a la minería —empleo, inclusión, movilidad social y salarios competentes— estos avances fueron, lamentablemente, insuficientes en comparación con el potencial que realmente poseemos. Hoy, mirando hacia atrás, es crucial reconocer nuestras falencias, aprender de ellas y buscar un camino hacia la mejora, más allá de las ilusiones.

El sector se sumió en un error conceptual: la creencia de que la simple posesión de recursos geológicos bastaría si existía decisión política. Esta desconexión con la sociedad llevó a una alienación profunda, donde la minería se refugió en lobbies elitistas, alejándose del diálogo genuino. Se confundieron aspectos esenciales: comunicación con propaganda vacía, responsabilidad social con limosnas, y relaciones comunitarias con negociaciones ocultas. Este distanciamiento no solo debilitó la minería, sino que dejó el campo abierto a voces críticas que, alimentadas por la torpeza del sector, comenzaron a proliferar.

Así, poco a poco, como el agua que va erosionando la piedra, se fueron socavando las posibilidades de desarrollo de una minería en todo el país. Fueron llegando las leyes antimineras en las provincias, mientras los referentes se alejaban de la realidad y se autoaplaudían en hoteles en las provincias presentando “lo que minería puede ser”. Los sectores antimineros fueron ganando espacio a costa de la propia torpeza minera. Jamás soñaron con semejante regalo, ni con las facilidades de que dispusieron.

La llegada del gobierno de Macri en 2015, aparecía como un nuevo aliento, sin embargo, terminó marcando el punto más bajo de todos estos años. La expectativa de cambio se desvaneció rápidamente al ponerse de manifiesto una gestión minera marcada por la politiquería, la ausencia de gestión y voluntad de cambio profundo. La minería, un sector con un potencial inmenso para el país, se convirtió en un símbolo del fracaso, abrumada por decisiones erróneas, que hasta eliminaron en los dos últimos dos años de gestión la Secretaría de Minería de la Nación, convirtiéndola en una oficina de turismo a cargo de una ignota “especialista en residuos”.

El alivio de la salida de Macri, trajo al dúo Fernández asumiendo el desafío de gobernar en un contexto de la industria minera ya deteriorada. La desconfianza de los inversores estaba latente, y se ahondó más al observar el desfile de funcionarios de incapacidad supina, colocados por alguna transa con los gobiernos de provincias. El gobierno actual de Milei, al comienzo parecía que iba a dar continuidad a este horror trasplantando funcionarios de los Fernández/Massa al suyo. Por suerte, pronto revirtieron el error, y aún sin gestión minera profesional a nivel nacional y con ciertos brotes del peor macrismo minero, en medio de esta oscuridad, proveyó al sector de una herramienta –el RIGI-, impensada hasta por los más optimistas. A partir de esto, surge una necesidad imperiosa: reimaginar el futuro de la minería en nuestro país.

Hoy nos encontramos ante una coyuntura desafiante, una prueba de resistencia y voluntad en la que debemos decidir el camino a seguir. La primera década del siglo XXI nos mostró que era posible generar beneficios tangibles para las comunidades, las provincias y el país en su conjunto. Sin embargo, la segunda década ha servido como un recordatorio contundente de que también podemos fracasar estrepitosamente, destruyendo en lugar de construir.

Es en este cruce de caminos donde reside nuestra responsabilidad. La industria minera tiene el potencial de ser un motor de desarrollo, pero solo si tomamos decisiones informadas y justas, apoyadas en un análisis riguroso de las lecciones del pasado. En última instancia, el futuro de la minería y su impacto en nuestras tierras dependerá de nuestra voluntad colectiva para elegir sabiamente, aprendiendo de los errores y celebrando con humildad los aciertos que realmente generan un cambio positivo.

En todo este devenir tanto de aciertos como desencanto, la minería ha encontrado en las páginas de PGM un espejo fiel. Las 300 ediciones de esta publicación no son simplemente un compendio de hechos; son un testimonio del auge y caída de una industria que, si bien ha traído consigo oportunidades de desarrollo, también ha dejado tras de sí ecos de advertencia.

En este contexto, es innegable que el periodismo temático debe subrayar los errores con mayor insistencia que los aciertos. Los primeros, aquellos tropiezos que pueden desdibujar el futuro, requieren el esfuerzo colectivo para emerger a la superficie. No basta con seguir la corriente de la publicidad pagada, que normalmente se centra en resaltar los logros de las compañías mineras o las promesas de funcionarios públicos. Por el contrario, es necesario que la verdad, aunque a veces cruda y dolorosa, encuentre su lugar en las opiniones y artículos que forman parte de la narrativa mediática.

La trayectoria de PGM es un ejemplo palpable de ello. En sus páginas –que me honran eligiéndome como columnista desde hace muchos años-, hemos visto cómo el periodismo puede funcionar como un faro en la tormenta, iluminando tanto los aciertos como los desaciertos. Las verdades expuestas han dado voz a quienes, a menudo, son silenciados. Al hacerlo, PGM se ha adherido irrevocablemente a la idea de que el error merece ser confrontado, debatido y, sobre todo, corregido.

Este aniversario no es solo un hito en la trayectoria de Prensa GeoMinera; es un llamado a la reflexión y a la acción. El camino hacia ser un verdadero país minero está lleno de desafíos, pero también de promesas. Sigamos escribiendo esta historia, donde cada número se convierta en un peldaño hacia un futuro brillante y sostenible. Celebremos, aprendamos del pasado, pero sobre todo, avancemos con determinación hacia el futuro. ¡Por otros 300 números más!

Por Favio Casarin- Geólogo y Abogado

Profesor de Derecho de los Recursos Naturales

Prensa GeoMinera