San Juan: Hilario, el legado pionero de la minería en la provincia
- 18 de agosto, 2025
Entre ruinas cordilleranas y relatos pioneros, el antiguo complejo metalúrgico de Calingasta revive la historia de la primera fundición del país, impulsada por Sarmiento en 1865.

por Lola Vargas
En pleno corazón cordillerano de Calingasta, entre el río Los Patos y la Sierra del Tontal, se encuentran las ruinas de Hilario. Allí, hace más de 150 años, se instaló la primera fundición metalúrgica de la Argentina, un emprendimiento que marcó el inicio de la minería moderna en el país y que aún hoy es considerado un laboratorio a cielo abierto.
El proyecto fue impulsado en 1865 por Domingo Faustino Sarmiento, durante su paso como gobernador de San Juan, con la intención de diversificar la economía provincial y mostrar al país que la región podía convertirse en un polo industrial. Para ello convocó al ingeniero británico Francisco Ignacio Rickard, formado en la escuela de Freiberg (Sajonia), quien diseñó una planta innovadora capaz de procesar plata y plomo con maquinaria traída desde Europa, trasladada pieza por pieza y a lomo de mula a través de la cordillera.
Rickard eligió el sitio por su cercanía al río Los Patos, lo que aseguraba el agua indispensable para la actividad metalúrgica. La planta contaba con tecnología inédita en el país: hornos de reverbero, tinas de amalgamación, ventiladores circulares, turbinas hidráulicas de 95 HP y un laboratorio químico con capacidad para realizar un centenar de ensayos diarios. Inspirada en el modelo francés de Pontgibaud, la fundición fue adaptada al paisaje andino con materiales locales como ladrillos refractarios fabricados en la zona.
En apenas diez meses de funcionamiento, Hilario procesó parte del mineral del Tontal y exportó otras cargas a Chile. Aunque la planta tenía capacidad para beneficiar 200 quintales diarios, solo alcanzaba 60, lo que, sumado a los altos costos y las dificultades logísticas, llevó a su cierre en 1866. Sin embargo, durante ese tiempo se convirtió en el mayor complejo metalúrgico del país, ocupando unas cinco hectáreas con talleres, depósitos, viviendas, potreros y hasta una estancia para sostener a los animales de carga.
El emprendimiento dio lugar a una pequeña comunidad minera: técnicos extranjeros, trabajadores locales y familias que levantaron viviendas, un hotel e incluso una escuela improvisada. Fue, en ese sentido, una experiencia pionera en minería con “rostro humano”, donde la vida comunitaria acompañaba al desarrollo productivo.
Hilario formó parte de la Sociedad de Minas de San Juan, creada por Sarmiento en 1862 con apoyo nacional. Más que un negocio rentable, el objetivo era mostrar el potencial de la provincia y atraer inversiones, convirtiendo al establecimiento en una especie de prototipo a escala real de lo que podía ser la minería argentina.
Con el paso del tiempo, el lugar quedó en ruinas, pero su valor histórico y simbólico fue reconocido oficialmente: en 2006 fue declarado Monumento Histórico Provincial, en 2012 de utilidad pública y en 2017 pasó a ser propiedad del Estado sanjuanino.
Hilario, hoy silencioso, sigue en pie como un recordatorio de que en esas montañas comenzó a forjarse la historia minera del país.
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