Litio: entre la oportunidad histórica y el riesgo de perder el tren

  • 3 de octubre, 2025
El tren está pasando. La pregunta es si Argentina subirá a tiempo o volverá a verlo desde el andén.

Por Horacio Augusto Pereira

La transición energética global abrió una de esas ventanas que rara vez aparecen. El mundo avanza a paso acelerado hacia la movilidad sustentable y la electrificación de la matriz. En ese nuevo paradigma, el litio dejó de ser un recurso más para convertirse en insumo estratégico. Tesla, Ford, Volkswagen y Apple destinan miles de millones de dólares a garantizar su provisión. Y China, con políticas industriales mucho más agresivas, ya logró posicionarse como líder indiscutido en la carrera.

El mineral liviano, esencial para fabricar baterías recargables, pasó de ser una rareza geológica a convertirse en un factor de poder económico y geopolítico. El interrogante es cómo aprovecharlo sin repetir viejos errores de la historia argentina: vender materia prima barata y comprar tecnología cara.

China: el jugador que marca el ritmo

Pekín entendió antes que nadie la centralidad del litio. Hoy controla más del 70% de la capacidad mundial de refinado y domina la producción de celdas y baterías a través de gigantes como CATL y BYD. Esa supremacía no surgió por casualidad, sino de una estrategia estatal coherente: subsidios, créditos blandos, acuerdos con países productores y control de eslabones críticos de la cadena.

Estados Unidos y Europa, en cambio, recién en los últimos años empezaron a diseñar programas de subsidios y políticas para reducir su dependencia. Pero mientras discuten cómo ganar terreno, China ya corre con ventaja, fijando precios, asegurando contratos y proyectando influencia en América Latina, África y Oceanía.

Precios: caída, rebote y nueva volatilidad

El mercado del litio es joven, volátil y todavía poco transparente. Tras el boom de 2021-2022, cuando los precios del carbonato superaron los US$ 80.000 por tonelada, llegó la resaca: en 2023 y 2024 los valores se desplomaron por sobreoferta, llegando a mínimos de menos de US$ 10.000 en Asia.

En los últimos meses, sin embargo, se observó un rebote. El cierre temporal de minas en China, problemas logísticos en Chile y expectativas de mayor demanda hacia 2026 impulsaron subas puntuales. En julio de 2025, el carbonato de litio CIF Asia alcanzó los US$ 9.075 por tonelada, con incrementos de entre 5% y 15% en pocas jornadas. No es un rally sostenido, pero sí suficiente para reactivar proyectos y devolver optimismo a las provincias productoras.

El fantasma de un "cartel del litio"

Cada vez que los precios repuntan, reaparece la idea de coordinar políticas entre los países productores. Argentina, Chile y Bolivia concentran, junto con Australia, la mayor parte de las reservas mundiales. Un entendimiento permitiría tener más poder de negociación frente a la demanda creciente.

Sin embargo, las diferencias regulatorias y políticas entre los países dificultan avanzar hacia un esquema similar a la OPEP. Chile, con un modelo de control estatal fuerte; Bolivia, con YLB como actor monopólico; Argentina, con reglas cambiantes y proyectos mayormente privados; y Australia, con un marco pro-mercado y alianzas con Occidente. Más que un "cartel del litio", lo que hoy existe es una conversación fragmentada y muchos intereses cruzados.

Nuestro país posee la tercera reserva mundial de litio, concentrada en el "triángulo" con Chile y Bolivia. Hay más de 40 proyectos en distintas etapas de desarrollo, de los cuales solo tres están en producción. El grueso apunta a exportar carbonato de litio, con bajo nivel de industrialización local.

El desafío es doble. Por un lado, atraer inversiones en un contexto de competencia global feroz. Por otro, evitar que el litio se convierta en otra historia de oportunidad perdida: exportar minerales sin valor agregado y sin encadenamientos productivos.

El potencial está. Estudios de la CEPAL muestran que cada dólar exportado en litio podría multiplicarse si se desarrolla una industria de baterías o, al menos, se fortalece un ecosistema de proveedores tecnológicos. Argentina ya tiene pymes y universidades trabajando en catodos, separadores y prototipos de celdas. Pero falta una política industrial clara, con reglas estables y coordinación público-privada.

Un tren que no espera

El litio es, al mismo tiempo, una oportunidad y un riesgo. Oportunidad porque la electrificación del transporte y la transición energética garantizan una demanda creciente. Riesgo porque la ventana no será eterna: tecnologías de reciclaje avanzado, baterías de sodio o incluso el hidrógeno ya compiten en el horizonte.

Si Argentina se limita a ser proveedor de materia prima, el litio puede convertirse en una nueva "soja blanca": ingresos rápidos, pero sin desarrollo de capacidades. Si logra articular políticas, inversiones y proveedores, en cambio, puede transformarse en un vector de desarrollo industrial y geopolítico.

En definitiva, el tren está pasando. La pregunta es si Argentina subirá a tiempo o volverá a verlo desde el andén

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