Está sucediendo algo que todos sabían que iba a acontecer pero que el Estado provincial descuidó, quizás por carecer de una lectura más profunda de la realidad social y de las expectativas frustradas: el cierre de Bajo La Alumbrera, el mayor emprendimiento minero que tuvo Catamarca y Argentina en su momento, no termina de cerrar para muchos trabajadores que vivieron de la mina y que pretenden eterna. No hay resignación por la pérdida de una fuente de empleo que sabían iba a terminar.
Hace unos días, ex trabajadores de Alumbrera cortaron una ruta en inmediaciones del emprendimiento en reclamo por el cumplimiento del cupo del 70% de mano de obra catamarqueña. Según dicen, eso no se cumple y, por el contrario, están contratando personal en otras provincias. De acuerdo con la empresa, hay un 74% de mano de obra catamarqueña, y eso fue certificado por las autoridades del área. El problema de fondo es otro. Quieren volver a trabajar en Alumbrera, aún cuando ya hay poco para hacer en esta etapa final.
Y como las respuestas son obviamente negativas, un grupo de ellos se dispuso a llevar el conflicto a otro nivel: montan piquetes y amenazan con no permitir el paso de vehículos de la empresa y prenderles fuego. También advierten que bloquearán el aeropuerto del Campo del Arenal, el cual hoy se usa poco y nada.
Un dato clave. Buena parte de esta movida está alentada por sindicalistas mineros de Belén, Andalgalá y Santa María. De ahí el sugestivo silencio del gremio; solo le interesa que haya minería por los aportes que embolsa de los trabajadores. Es lógico si se tiene en cuenta que los salarios del sector arrancan en los 50 a 60 mil pesos.
En el caso de Alumbrera, la reducción de la planta de personal comenzó hace un lustro, a medida que iba concluyendo etapas productivas delimitadas de antemano. Pero antes de pagar las indemnizaciones ?todas al 100%- organizó capacitaciones sobre emprendedurismo, de manera de proporcionar herramientas para que la gente pudiera invertir el dinero de la desvinculación.
Pero muy pocos supieron invertir con una perspectiva de futuro. Algunos construyeron cabañas para el turismo, otros hicieron departamentos o dúplex para alquileres mensuales o temporarios, y otros compraron autos para usarlos como remises o taxis y hubo un ex empleado del Oeste que se compró un camión para hacerlo trabajar. Y por supuesto no faltaron aquellos que prefirieron las inversiones financieras, como plazos fijos o dólares.
Entonces, ¿por qué razón persiste esta bronca de ex trabajadores mineros? La explicación no es otra que la falta de conciencia sobre la naturaleza de la actividad. Si bien se trata, a diferencia de otras ramas de la industria, de un desarrollo esencialmente temporal y con un ciclo de vida establecido con cierta precisión, la gente lo asume como algo que debe durar para siempre. Aun cuando no haya más mineral para extraer.
Sin dudas, es el resultado de la cultura del empleo público de Catamarca, donde el Estado no solo es el gran empleador sino que además tiene injerencia en la mayor parte la actividad económica provincial. El sector privado que depende de sí mismo ocupa una pequeña franja.
Y más allá de los millonarios recursos recibidos, de las inversiones caprichosas, del derroche de los intendentes y de los vaivenes de la economía argentina, el Estado catamarqueño no se ocupó de trabajar en la cultura minera. Es decir, en preparar a la mano de obra del sector sobre el ciclo de esa fuente de trabajo.
Que la minería sea una política de Estado implica también asumirla y presentarla tal como es. No hay dudas. Falló el mensaje
El Ancasti
