Catamarca: La minería como coartada y cepo

Como cualquier acontecimiento, por insignificante que sea, es considerado propicio por la dirigencia local de cualquier pelaje para insistir con que la minería es llave indispensable para acceder a un futuro venturoso, no puede extrañar que se aprovechara la designación de Fernando Jalil como presidente de YMAD para regodearse en lo mismo, con el flamante funcionario a la cabeza. Razones para entusiasmarse hay, no puede negarse: con él Catamarca recupera al mismo tiempo la conducción y la mayoría en el directorio de la firma, perdidas hace casi 25 años. YMAD fue llevada a la cornisa de la extinci?

Como cualquier acontecimiento, por insignificante que sea, es considerado propicio por la dirigencia local de cualquier pelaje para insistir con que la minería es llave indispensable para acceder a un futuro venturoso, no puede extrañar que se aprovechara la designación de Fernando Jalil como presidente de YMAD para regodearse en lo mismo, con el flamante funcionario a la cabeza.

Razones para entusiasmarse hay, no puede negarse: con él Catamarca recupera al mismo tiempo la conducción y la mayoría en el directorio de la firma, perdidas hace casi 25 años. YMAD fue llevada a la cornisa de la extinción en la era Macri y recuperarla demandará esfuerzos arduos, pero la oportunidad está.

Pasados los lícitos festejos, conviene sin embargo recordar que Catamarca fue, con Bajo La Alumbrera, pionera en el experimento megaminero argentino y que el yacimiento arrojó una renta multimillonaria para el Estado sin que esto se tradujera en la reversión de su atraso. Esto es: la minería como clave para el desarrollo de la provincia es un aserto no verificado y hasta desmentido por los hechos si hay que atenerse a la experiencia inmediata. Hilando fino, puede incluso estimarse que ha sido perjudicial, debido a los erróneos criterios aplicados por los gobernantes para invertir ?es un decir- los ingresos provenientes de la actividad.

Esto no significa que la minería no sea importante para Catamarca, pero es preciso remarcar que se trata solo de una actividad entre muchas cuyo afianzamiento y expansión podrían alentarse, con una particularidad: tiene un límite, porque explota recursos no renovables.

Una de las más amargas lecciones que dejó Bajo La Alumbrera es justamente esa. No se cumplieron los apocalípticos pronósticos de contaminación, pero la renta minera se licuó entre corruptelas, clientelismo y desatinos administrativos, mientras se dejaban desguarnecidos, librados a la suerte y las fluctuaciones del mercado, al sector agropecuario, la industria y el turismo.

De modo que conviene revisar el concepto que establece a la minería como vía exclusiva para el desarrollo provincial, porque es nocivo.

Con Alumbrera raspando la olla y los ingresos por la minería fuertemente retraídos tras el ciclo dorado del auge, la política provincial empezó desesperadamente a buscar otro milagro minero de similar envergadura. En tal empeño, con los fondos públicos destinados casi en su totalidad a sostener una burocracia estatal cuya elefantiasis se agudizó, quedó en posición mendicante.

El litio se postula como la nueva panacea, con Agua Rica, sigue tan en veremos como la licencia social, ocurrirá al fin el esplendor. Ahora sí, dicen, monotemáticos. Porque Catamarca "es minera", no puede ser otra cosa. Solo hay que esperar y la plata entrará a carradas otra vez, como en los buenos tiempos, todos seremos felices y comeremos perdices, porque oro, cobre y litio no se comen.

La excusa

El slogan "Catamarca minera" funciona de tal modo como señuelo político: no es sensato esperar progreso hasta que Catamarca no cumpla con ese destino indefectible que le fijan sus administradores.

Mientras tanto, hay que soportar la mediocre economía de subsistencia. Aparece acá la segunda función política de la consigna, quizás la más importante. Se trata de una coartada para justificar la inoperancia: nada puede hacerse desde el Estado si previamente Catamarca no es minera.

No es posible, sin la minería, promover la ganadería, la agricultura -olivícola, nogalera, vitivinícola, de especias y aromáticas, etc.-, el turismo, la agroindustria, la industria. Qué vachaché: el meridiano de Catamarca no pasa por ninguna de estas prácticas menores, sino por la minería y solo por la minería.

Afirmado en esta mistificación, el funcionariato persiste en dejar a la intemperie a los productores mientras adula hasta el empalago a los mineros, que aprovechan.

Para muestra basta un botón: ahí está la YMAD que presidirá durante al menos cuatro años Fernando Jalil, que le entregó a Minera Agua Rica la infraestructura de Alumbrera, con un costo de 1.300 millones de dólares, a cambio de 12,5 millones de la misma divisa en concepto de adelanto de alquileres.

Se omite maliciosamente, además, anticipar que el aporte económico al erario de los emprendimientos mineros que se avizoran será muy inferior al de Alumbrera. Tampoco se advierte que la cantidad de empleos que genera la minería es mucho menor a la de la agroganadería, la industria y el turismo, y que el impacto directo de la actividad está circunscripto por lo general geográficamente a zonas de densidad poblacional insignificante, como el caso de la Puna con el litio.

También es útil para ajustar las expectativas en este aspecto lo ocurrido con Bajo La Alumbrera, con la cual prosperaron caracterizados personajes de la política y proveedores bien ubicados, mientras el nivel de vida general de los catamarqueños se desplomaba y la planta permanente en la administración pública se afirmaba como meta existencial.

La obsesión minera contradice, por otro lado, la más elemental lógica económica, que aconseja diversificar la matriz productiva. Dado que los recursos minerales fatalmente se agotan, el papel de la minería es claro: procurar los recursos para esa diversificación, de modo que cuando llegue el momento la economía no colapse.

El potencial catamarqueño en actividades ajenas a la minería es inobjetable. Lo demuestra que hayan sobrevivido al sostenido castigo económico emprendimientos ganaderos, agrícolas y turísticos a los que la minería no les aportó nada, porque los recursos de Alumbrera se derivaron a expandir exponencialmente la estructura estatal, no a financiar un diseño de diversificación productiva.

Lo dicho no implica, obviamente, que deba renunciarse a la minería, sino que es, más que necesario, indispensable, abrir el ángulo de gestión para incorporar actividades sustentables y ampliar así el horizonte del desarrollo.

De otro modo, la minería deviene no solo en coartada política, sino en cepo. Por más presidencias de YMAD que se obtengan.

El Ancasti