Conceptos geológicos en la obra de Borges, por Ricardo Alonso
- 17 de septiembre, 2024
Jorge Luis Borges (1899-1986) es un argentino universal. Representa una extraña paradoja ya que fue un hombre que creía en todo y a la vez no creía en nada.
Las citas de Borges en artículos científicos internacionales se expandieron geométricamente en las últimas décadas. Y no es para menos. Sus escritos, poemas y metáforas anticiparon temas sensibles de las ciencias que él vislumbró con genial maestría.
Infinito, universos múltiples, caos, fractales, azar, flecha del tiempo, son temas recurrentes en la obra borgeana. Espacio y tiempo fueron dos temas muy caros a Borges y su filosofía. En su obra se encuentran frases que resumen con maestría conceptos globales de la geología, desde la pampa a los deltas, desde las rocas a la arena, desde los ríos al océano, desde las montañas a las llanuras y, a la metamorfosis del paisaje.
Borges reconoce en su autobiografía haber realizado un curso de mineralogía, lo cual incluye naturalmente a la geología, en el Colegio de Ginebra (Suiza) en 1914. Cursó según sus palabras, en francés, álgebra, química, física, mineralogía, botánica y zoología. A fines de 2023 publiqué mi libro "Borges y la Geología" (Mundo Editorial, Salta) con prólogos de Leopoldo Castilla y Fernando Sorrentino.
La palabra "geología" aparece explícitamente en Borges en el libro Atlas (1984), dedicado a Venecia, cuando dice: Los peñascos, los ríos que tienen su cuna en las cumbres, la fusión de las aguas de esos ríos con las del Mar Adriático, los azares o las fatalidades de la historia y de la geología, la resaca, la arena, la formación gradual de las islas, la cercanía de Grecia. Aparecen aquí elementos que tienen que ver con rocas y pendientes, ríos y erosión, la arena y la dinámica litoral, los sedimentos que forman nuevas islas, el azar, el actualismo, el uniformismo y también el catastrofismo fatal a lo largo de la historia. La relación del mar con el continente, el trabajo erosivo constante, sin prisa ni pausa, está representado en algunos versos como: "...Los pesados mares que roen de la tierra los pilares" ("El Enamorado", en Historia de la Noche, Emecé, Buenos Aires, 1977, p. 95).
O más completo en el poema "El Mar" de El otro, el mismo (Emecé, 1967), donde poetiza el océano de esta manera: "…Antes que el tiempo se acuñara en días, / el mar, el siempre mar, ya estaba y era". Luego lo envuelve en una metáfora cuando señala: "¿Quién es el mar?, ¿Quién es aquel violento/ y antiguo ser que roe los pilares/ de la tierra y es uno y muchos mares/ y abismo y resplandor y azar y viento?"
El peligro que representaban las masas de magnetita cerca de las rocas costeras lo menciona en: "...La montaña de piedra imán que hace estallar la nave" ("Metáforas de la mil y una noches", en Historia de la Noche, Emecé, Buenos Aires, 1977, p. 21). Magnetita es un óxido de hierro que tiene la propiedad de atraer al hierro metálico a causa del magnetismo. Cuenta la historia que en la antigua Grecia había un pastorcito, Magnes, que al caminar en unos peñascos veía como sus sandalias, con clavitos de hierro, se adherían con fuerza a la roca. La noticia llegó a Aristóteles quien dio el nombre de magnetismo al fenómeno por Magnes. Hoy esa propiedad se usa en magnetos de discos duros de computadoras y celulares y puede decirse que, junto con la electricidad, ambas mueven el mundo.
Otra página geológica, excepcional, desarrolla el origen, la descripción y la evolución de un delta y se encuentra en "El atroz redentor Lazarus Morell" (en Historia Universal de la Infamia) cuando dice: "El Mississippi es río de pecho ancho; es un infinito y oscuro hermano del Paraná, del Uruguay, del Amazonas y del Orinoco. Es un río de aguas mulatas; más de cuatrocientos millones de toneladas de fango insultan anualmente el Golfo de Méjico, descargadas por él. Tanta basura venerable y antigua ha construido un delta, donde los gigantescos cipreses de los pantanos crecen de los despojos de un continente en perpetua disolución y donde laberintos de barro, de pescados muertos y de juncos, dilatan las fronteras y la paz de su fétido imperio".
La arena tenía para el escritor una atracción seductora. Una de sus obras famosas se llama precisamente El libro de Arena y aclara: "...porque ni el libro ni la arena tienen ni principio ni fin, y también: ...como la arena se iba el tiempo" ("Ulrica"). Allí incorpora el concepto, tomado de autores anteriores: "Si el espacio es infinito estamos en cualquier punto del espacio. Si el tiempo es infinito estamos en cualquier punto del tiempo". La arena aparece repetidas veces en distintos poemas como metáfora del tiempo y del universo. En "El Reloj de Arena" (El Hacedor, Emecé, Buenos Aires, 1960, p. 55-57), dice: "La arena de los ciclos es la misma/ e infinita es la historia de la arena".
Y luego: "En los minutos de la arena creo/ sentir el tiempo cósmico: la historia". Por mi parte sostengo que no hay dos granos de arena iguales en todo el universo y que a su vez, en cada grano de arena, está escrita la historia del universo.
También en Atlas (1984) tiene un brevísimo texto al que titula "El desierto". Narra que en Egipto se alejó algunos metros de la Pirámide, tomó un puñado de arena y lo dejó caer un poco más lejos. Esto lo llevó a pensar que, de alguna manera, había modificado el Sahara y que ese hecho fue lo más significativo de su estadía en el país de los faraones. Esto se puede analizar de múltiples maneras (teoría del caos, factor antrópico, etcétera). Reflexiona asimismo sobre las rocas que quieren seguir siendo rocas, pero a la larga el tiempo las convierte en polvo. En "Diálogo de Muertos" (El Hacedor, Emecé, Buenos Aires, 1960, p. 26), se lee: —También las piedras quieren ser piedras para siempre —dijo Quiroga— y durante siglos lo son, hasta que se deshacen en polvo. En esta sencilla frase resume el ciclo de las rocas, que nacen del polvo, en el caso de las rocas sedimentarias, y luego se destruyen para volver a ser polvo.
En el cuento "Utopía de un hombre que está cansado", se encuentra otro concepto pertinente que hace a la geología y la fisiografía cuando dice: "No hay dos cerros iguales, pero en cualquier lugar de la tierra la llanura es una y la misma". Retorna allí a la pampa infinita cuando expresa: "...en medio de la pánica llanura interminable". Rescato otro bello pasaje del fluir de un río y su metáfora. "Dijo [Guillermo de Ockam] que Rhin (cuya etimología/ es rinan o "correr") no es otra cosa/ que un arbitrario apodo que los hombres/ dan a la fuga secular del agua/ desde los hielos a la arena última". ("Correr o ser", en La Cifra, Emecé, Buenos Aires, 1981, p. 75). Estos versos resumen todos los procesos de meteorización, erosión, transporte y depositación, desde el nacimiento de un río en las altas cumbres glaciadas hasta las arenas que desembocan en el mar; precisamente: desde los hielos a la arena última. En "Staubbach" (Atlas) se refiere a una cascada que labra su forma (geoforma)…casi desde el principio del tiempo… y en donde el ruido constante, de tanto escucharlo, se convierte en silencio. Borges nos dice: "Harto menos famoso que el Niágara pero harto más tremendo y memorable es el Staubbach de Lauterbrunnen, el Arroyo de Polvo de la Fuente Pura. Me fue revelado hacia 1916; oí desde lejos el gran rumor del agua vertical y pesada que se desmorona desde muy alto, en un pozo de piedra que sigue labrando y ahondando, casi desde el principio del tiempo". En aquel lugar de Suiza, una columna de agua se desploma desde 300 m de altura y fue labrando la roca con el correr de infinitos siglos por el agua vertical y pesada en la bella descripción del autor.
En "Arte Poética" (El Hacedor, Emecé, Buenos Aires, 1960, p. 101), dice: "Mirar el río hecho de tiempo y agua/ Y recordar que el tiempo es otro río". El río, el tiempo y Heráclito son motivos permanentes de reflexión. Asimismo, en ese poema, "Arte Poética", concluye: "También es como el río interminable/ que pasa y queda y es cristal de un mismo/ Heráclito inconstante, que es el mismo/ y es otro, como el río interminable".
Tiempo y eternidad están presentes en toda la obra de Borges. En Historia de la Eternidad (Emecé, Buenos Aires, 1953) comenta: "El universo requiere la eternidad…la conservación de este mundo es una perpetua creación y…los verbos conservar y crear, tan enemistados aquí, son sinónimos en el Cielo" (p. 33). Luego (p. 40) realiza una definición personal del tiempo como sigue: "El tiempo, si podemos intuir esa identidad, es una delusión: la indiferencia e inseparabilidad de un momento de su aparente ayer y otro de su aparente hoy, bastan para desintegrarlo" (pp. 45-46).
La eternidad en geología fue planteada por el escocés James Hutton que pensaba en un tiempo lineal, sin principio y sin fin. Su recordada frase era "No veo vestigios de un comienzo ni perspectivas de un final". El tiempo alcanza en Borges páginas de una profundidad filosófica mayúscula y, dado que la geología es una ciencia histórica, merece de otro tratamiento. Lo cierto es que se conocen más de 2.700 escritos de Borges y que muchas veces, pequeñas frases, encierran todo un tratado
El Tribuno