El crecimiento de la Argentina requiere de definiciones en su política exterior, Por Fernando Riva Zucchelli
- 23 de agosto, 2021
Una de las definiciones más importantes y más difíciles para un país como Argentina en el mundo actual es la comprensión del escenario internacional desde el plano político y económico
Ya que debe tomar decisiones de manera permanente a la vez que las mismas puedan llegar a alterar significativamente su capacidad de gestión. La información es vital.
La pandemia del COVID 19 no ha hecho más que agudizar las contradicciones que hoy posee esta globalidad, brindarle un formato liderado por el tema de la salud y de la producción/provisión y compra de vacunas, que responde a la misma lógica que todas las demás variables del escenario político-económico.
La Argentina por su extensión, recursos humanos y sus riquezas en el territorio, es un país con grandes potencialidades que por incapacidades propias más que ajenas, no logra traccionar positivamente el desarrollo, ponerle potencia y dirección al mismo, determinar con precisión los socios adecuados para cada sector y momento, y detectar los continuos movimientos que se producen en el mundo que condicionan con una dinámica inusual el abanico de decisiones que cada nación debe tomar. Si a ello se le suman las contradicciones internas, la casi nula lista de prioridades de cómo aumentar el PBI a partir de nuestras posibilidades, la falta absoluta de consenso con la oposición y los errores no forzados que comete nuestra Cancillería, todo ello conspira y nos pone en un callejón de difícil salida.
La debilidad desde el punto de vista económico por la que atraviesa el país es uno de los condicionantes que tenemos a la hora de definir soberanamente nuestro destino, aunque la falta de ideas, convicciones y acciones sustentables en el tiempo más algunas políticas suicidas -como la toma de deuda en el gobierno de Mauricio Macri- hacen mucho más difícil el tránsito hacia un crecimiento con prosperidad para una mejor calidad de vida de nuestros habitantes.
En el reparto de los roles en el mundo, Argentina más allá de otras capacidades menores, está aceptado en el planeta en el “Cártel” de los países proveedores de alimentos para el mundo (de hecho los cereales son la exportación clave de nuestra economía) y no hay Plan B. Solo están creciendo aceleradamente -por estos tiempos- los unicornios digitales, donde la creatividad asociada a las nuevas tecnologías (y financiamiento de los gigantes) logran ocupar lugares de privilegio en la región, con realidades ya ancladas en Wall Street, adonde solo un puñado de empresas tradicionales habían llegado hasta ahora.
Desde el plano energético, en el cuál las terminales en el mundo están más determinadas, hablamos tanto de lo fósil (petróleo, gas, carbón) como de las limpias (eólicas, solares, atómicas) tienen “clubes” en el que entrar no es para cualquiera. Argentina ya desperdició innumerables oportunidades de jugar fuerte en muchos de ellos, pero hoy a pesar de pertenecer al club atómico –por poner un ejemplo- no es lo suficientemente soberano para determinar sus prioridades de desarrollo. ¿China, Rusia, nada…).
Ahora está en pleno “boom” el litio, y la Argentina a pesar de ser unos de los pocos países con ese mineral (junto con Chile y Bolivia en la región), veremos cómo queda finalmente en el mapa a mediano plazo, si acierta o no la estrategia, tras las agresivas movidas que encaran los grandes jugadores mundiales. Necesitamos una política de Estado allí.
La geopolítica para Argentina es un tema casi indescifrable en la democracia moderna y ahora en esta era multipolar, dinámica y donde cada error se paga caro, la mirada debe estar finamente concentrada en alinear los intereses del país con los países adecuados, ya sean estos de la región, del largo continente que habitamos, de las superpotencias mundiales, de los países de los cuales hemos recibido una fuerte inmigración y de los nuevos emergentes -como nosotros- en continentes postergados.
Estados Unidos y China claramente son las dos súper potencias del momento. Pelean por el 5 G y por todo lo que existe, y tratan de dejar afuera a todos los demás, que sea entre dos. Rusia y sus aliados, Japón y el sudeste asiático y la Unión Europea son bloques con los cuales no podemos tener fallos ni posturas oscilantes permanentemente. Se puede estar o no con todos ellos, pero hay que ser claros en los acuerdos y en los desacuerdos, en el mundo de hoy se entiende y se tolera casi todo menos la estupidez y la ignorancia. Eso se factura al contado, casi igual que la traición.
El último estadista que tuvo la Argentina, Juan Domingo Perón, además de afirmar que la única política es la internacional y ser uno de los mentores de los No Alineados en la Guerra Fría, también decía que no “no hay nada más peligroso que un tonto con iniciativa”. Cuidado Argentina.
Luego –e interrelacionado con los otros países antes descriptos- tenemos el panorama regional. Integramos una OEA devaluada, cuestionando duramente a su presidente Luis Almagro (Uruguay-USA), el Mercosur con serios problemas y casi en coma, la Celac (quizás el ámbito de más futuro), y somos buenos amigos del grupo Puebla (una estudiantina), estamos afuera del Grupo Lima (de derechas y que vegeta como el Unasur, de izquierdas). En el plano bilateral somos buenos aliados del México de AMLO, la segunda potencia de la región por detrás de Brasil, que espera a Lula el año entrante, un jugador clase A que no existe en ninguna de los dos polos que hoy se enfrentan en todo ese conglomerado de organismos ineficientes. Por ahora Estados Unidos (con quien zigzagueamos) no tiene graves problemas en el continente. El eje Cuba, Venezuela y Nicaragua, con sus graves problemas a cuestas se muestra relativamente sólido en las antípodas del gigante americano. Los demás no mueven la aguja.
La Argentina debe definir primero cuáles son sus prioridades a nivel nacional y luego trasladarlas al escenario internacional buscando los aliados correctos para lograrlos. No es necesario en el mundo de hoy estar alineados con Fulano o Mengano, debemos buscar los intereses comunes, no debemos dejar afuera a nadie por motivos ideológicos o por presiones, sepamos negociar cada paso y sobre todo seamos serios, que en cualquiera de los escenarios se nos respetará por ello. Los hombres pasan, pero el mundo siempre está listo, cambiante, pero está. Las políticas de Estado, esas que duran más de 30 años, son la contraparte que nos reclama todo el resto del planeta. Se las podríamos hacer saber algún día a los demás.
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