La minería, los gatos y el Papa
- 28 de mayo, 2021
Por Javier Vicente- Especial para EL ANCASTI,
El pasado fin de semana, un gran amigo nos brindaba su visión editorial de este diario sobre el conflicto minero con el sugestivo título: “20 gatos locos … más el Papa”.
Allí el periodista menciona “la híbrida postura de la Pastoral Social provinciana” y que “la contundencia del documento de la Comisión Nacional de Justicia y Paz, perteneciente al Episcopado Argentino, neutraliza tan tibia prescindencia. La Iglesia se define en la grieta minera a favor del ambientalismo radicalizado que rechaza las explotaciones, con mención explícita a Catamarca”. El editorialista se refiere a que en ese documento, emitido en el marco de las actividades mundiales organizadas por la “Semana Laudato Si” promovidas por el Papa Francisco, la Comisión del Episcopado afirma: “nos sumamos con este abrazo al clamor de las personas y de la naturaleza, que ven amenazados sus sistemas de vida y el cuidado de la Creación por proyectos de explotación minera a cielo abierto, con remoción de miles de toneladas de roca y suelo y lixiviación del material pulverizado con enormes cantidades de agua con cianuro”.
Como se ha dicho tantas veces, las expresiones de las pastorales expresan la opinión de laicos obviamente muy cercanos y muy afines a la Iglesia, pero que no son “la Iglesia”. Naturalmente, cada vez que se expresan públicamente lo hacen con conocimiento y aprobación de distintos estamentos de la Iglesia. Pero en ningún caso, creo, puede decirse que lo que dijeran pastorales locales o nacionales expresan el pensar y el hacer del Sumo Pontífice en toda su dimensión; a lo sumo reflejarán en alguna porción mayor o menor ese pensar y hacer.
Cuando ocurrieron los hechos de imperdonable violencia contra las instalaciones de Agua Rica el pasado 10 de abril, apareció en el firmamento informativo, el dirigente Juan Grabois, a quienes los medios adjudican ser “amigo del Papa” o, incluso ser “la voz del Papa”. El señor Grabois es funcionario del Vaticano, y no caben dudas de que cuenta con el respaldo de Francisco en su apoyo a los curas villeros y otras labores sociales que lo acercan a la opción por los pobres que pregonan la Iglesia y Bergoglio. Podría decirse con propiedad que es “amigo del Papa”, entonces. Pero no creo que exprese la opinión del Papa sobre todos los temas. En esa oportunidad reclamó por la libertad de los 12 detenidos en ocasión del incendio y destrucción de las instalaciones de la minera, refiriéndose a ellos como “presos políticos” (¿¿¿!!???) y publicando una carta abierta al Presidente en la que ataca a las “actividades extractivistas”…
El brillante escritor y periodista Jorge Fernández Díaz, para mí uno de los más lúcidos exponentes de la oposición al gobierno nacional, y desde un ángulo opuesto, sugiere a veces sibilina y otras desembozadamente en varias de sus tan bien escritas obras que el Papa tiene algo así como el trastorno de conducta de jugar en sus ratos libres a líder del peronismo y soporte de marginales a quienes “les regala sus rosarios bendecidos”. Como se ha dicho, Fernández Díaz es un brillante intelectual, pero no creo que acierte en este tema … en todo caso, su visión sería por lo menos opinable, como la mía o como todas. El propio Francisco lamentó en un reciente reportaje publicado en Infobae que en Argentina no se sepa lo que dice sino “lo que dicen que dice”. “Aquí juega mucho el fenómeno del relato (ej: me dijo Fulano que Mengano dijo esto … y así sigue la cadena). Con este método de comunicación, en el que cada uno añade o quita algo, se llega a resultados inverosímiles”, asevera el Papa.
Dejando de lado por un instante lo que sería la “propiedad intelectual” del Sumo Pontífice, personalmente me inquieta el contenido del mencionado documento de la Comisión de Justicia y Paz, específicamente cuando menciona el cianuro y la lixiviación. De más está decir que al hablarse de “cianuro” cualquier persona poco informada siente pánico y ya es muy probable que no quiera ni escuchar comentarios ni aclaraciones. Pero en un organismo tan importante, y aunque sea como es, con la mejor de las intenciones, no se puede caer en tan grosero error. El menos informado de los comentaristas (no digamos los expertos) sobre minería podrá demostrarles que el tipo de mineral que existe, tanto en Alumbrera como en MARA, no necesita del uso del cianuro en su proceso productivo. Alumbrera es una mina esencialmente de cobre; MARA es un proyecto de cobre, molibdeno, oro y plata, donde el oro va como metal asociado. La separación en Alumbrera se producía por un proceso de gravitación, que no tiene nada que ver con el proceso con el que se trabajaría un mineral de oro por lixiviación, el cual, explicado en términos simples, significa que cae sobre la piedra con el oro la gota de agua con una pequeña dosis de cianuro, se va descomponiendo el oro y se lo recoge luego. Ni en Alumbrera ni en MARA se contempló el uso de cianuro: su utilización, volviendo a los términos simples, podría asimilarse a recoger manzanas con una trilladora; es sencillamente inútil y antieconómico.
El mismo documento exige que “el sector minero debe aplicar nuevas tecnologías compatibles con el cuidado de la Creación y de las personas, que las conviertan en una mineria sustentable” y que “los gobiernos deben presentar a los pueblos las nuevas tecnologías mediante plebiscitos vinculantes. Y confiar el control de la actividad a organismos públicos, científicos y organizaciones de las comunidades que viven en el territorio donde se llevará a cabo la explotación minera”. Las nuevas tecnologías están en marcha y aplicadas en el terreno, y nada tienen que ver con la lixiviación ni con el cianuro. En veinte años de explotación minera en la región no se conoce un solo caso de contaminación en humanos, dato a tener en cuenta cuando se habla de “sustentabilidad”. No creo que nadie bien intencionado se oponga a eventuales plebiscitos, ya que los pobladores de Andalgalá han reunido más de 8 mil firmas apoyando la actividad, que se contraponen por cierto a los que no la quieren y marchan cada sábado reuniendo entre 50 y 200 personas. Cuesta creer que en la Comisión no estén enterados de que los controles públicos, científicos y comunitarios no sólo están asegurados por ley desde la gestión de la Dra, Corpacci sino que se ejecutan, podría decirse, que prácticamente a diario.
Creería que, más allá, insisto, de las buenas intenciones, el documento y el señor Grabois traen a la mente lo que algunos (entre los que me encuentro) llaman “progresismo naif”. Eduardo Crespo, doctor en Economía, profesor de la Universidad Federal de Rio de Janeiro y de la Universidad Nacional de Moreno, describe en un artículo publicado recientemente en la revista Anfibia lo que llama “las contradicciones del progresismo naif”. Dice allí, entre otros conceptos: “La Argentina es una sociedad civil fuerte y un Estado débil. Muchas concentraciones de ciudadanos auto convocados, por minúsculas que puedan ser, cuentan con capacidad de veto sobre proyectos gubernamentales. En las dictaduras gobernar es más fácil que hacer oposición. En Argentina hacer oposición es sencillo; gobernar, imposible. A los legados nefastos de nuestra última dictadura debe sumarse la enorme tolerancia con la violencia privada y el instintivo rechazo contra cualquier medida represiva del Estado, por legitima que esta sea. Los ejemplos abundan. El progresismo naif no se limita a la incomprensión de principios económicos. También se hace presente en la total abstracción de las relaciones de poder. Lo que preocupa es que actores relevantes minimicen la necesidad del crecimiento y retaceen el imprescindible apoyo político que éste requiere. Otra variante del progresismo naif al interior de la coalición gubernamental es el ambientalismo radical, un movimiento carente de rigor científico, irresponsable en materia social y política, despreocupado por la producción y apático con cualquier restricción de naturaleza económica. Una parte importante de nuestros ambientalistas está dispuesto a condenar actividades productivas sin hacer la menor referencia al consumo de artículos que las requieren como insumos. Rechazan la minería pero se niegan a vivir en casas de adobe y aprueban el uso de computadoras, celulares y electrodomésticos, todos productos inservibles sin minerales. A la vez, piden transición energética a las renovables y los vehículos eléctricos (algo deseable) pero se oponen a la minería que hace eso posible (un vehículo eléctrico requiere de 3 a 5 veces más cobre que uno convencional). Creen que exportar “es de derecha” o “extractivista”cuando en realidad es la condición de posibilidad para cualquier aumento sostenible del poder adquisitivo de los salarios. El progresismo naif y postmaterialista suele darse en personas de alto nivel educativo que trabajan en el sector de servicios (como en educación, salud, sector público, artes, cultura, periodismo, ONGs). Se trata de ocupaciones que suelen encontrarse muy distantes de los procesos de transformación material que dan origen a los bienes que demandan, lo que dificulta una comprensión de la producción y el consumo como procesos inseparables. En una democracia ningún particular debe estar obligado a tener una perspectiva de conjunto. Los gobiernos, en cambio, no tienen más remedio que tomar decisiones de naturaleza colectiva, donde la incoherencia suele tener efectos catastróficos”
Recomiendo, por cierto, la lectura total del artículo mencionado, del cual sólo hemos rescatado algunos párrafos. Y, finalmente, desearía ir hacia lo que es, para mí, el fondo de toda esta discusión. Interpreto que el tema minero es, en definitiva, una cuestión de soberanía nacional. Que los proyectos se materialicen, se detengan, avancen o retrocedan es una cuestión que tiene que ver con el hecho de que algunos nos quieren subdesarrollados el mayor tiempo posible y que mantengamos disponibles recursos que en otros lugares del planeta se han dilapidado, que hoy son escasos y que todos ambicionan. El periodista y ensayista Jorge Orduna, en su obra Ecofascismo, dice: “Las potencias dominantes necesitan conservar la dependencia industrial y tecnológica en la que asientan su poder. Necesitan impedir el desarrollo industrial independiente del Sur. Las ecologistas contribuyen con su discurso antiindustrial, con su ataque a la producción energética, etc. Las grandes potencias necesitan no aparecer, una vez más, injiriendo, como lo han hecho siempre, con piratas, bucaneros y cañoneras. Los ecologistas ofrecen la imagen de sensibilidad y espiritualidad ligada a la defensa de magníficos árboles y hermosas manadas de animales. El discurso real de la moda ecologista, al que las grandes ONG del ramo contribuyen, no solo carece de rigurosidad científica, sino que desde ese punto de vista, algunas organizaciones no son mucho más que verdaderas sectas religiosas, sólo que las sectas religiosas hablan de religión, y estas otras pretenden hacer pasar su discurso por ciencia. Con naturalezas sagradas, árboles hermanos, reencarnaciones, orden natural y”espiritualidad” natural no se educa a nuestros jóvenes. Con esos elementos se puede crear la más maravillosa poesía; se puede hacer arte y literatura, pero no educar en una actitud ponderada y objetiva respecto de las relaciones entre el hombre y el mundo natural. Importante asunto, si se tiene en cuenta que está en juego la actitud del público hacia los recursos de su propio país”.
A los que quieren al Papa (me incluyo) nos gustaría que no se lo involucre en polémicas sobre bases erradas. Ya lo hicieron “pisar el palito” en Chile con los curas pederastas, y Francisco, en una actitud valiente y que lo enaltece, corrigió su error y desmembró prácticamente la prelatura chilena. El amigo editorialista que mencionábamos al principio habla de “Veinte gatos locos … más el Papa”. Sinceramente no sé quien habrá caracterizado a los anti mineros como “veinte gatos locos”. En todo caso, los 19.980 gatos locos restantes, vecinos de Andalgalá, pueden quedarse tranquilos. El manto del Papa también los cubre a ellos. En su “Laudato Si” no defenestra la minería; sólo dice que hay que ejercerla con responsabilidad y con las mejores prácticas y que sus beneficios se distribuyan equitativamente. Los puntos 1 y 2 (esto lo digo yo) se están cumpliendo. El punto 3 es responsabilidad de los estados provincial y nacional.
El Ancasti