Silvana Aubone, la minera sanjuanina que quedó en medio de la guerra entre Hamas e Israel y fue repatriada por el Estado argentino

En lo que era un viaje de placer, a Silvana Aubone la sorprendió el ataque de Hamas a Israel en el lugar de los hechos.En esta nota con Once Diario cuenta los tremendos momentos que le tocó vivir allá

Por Eduardo Fleming

Nada hacía pensar a Silvana Aubone, operadora de camiones fuera de ruta en Veladero e integrante de la Comisión Directiva de la seccional de AOMA en San Juan, que iba a tener en sus vacaciones una experiencia que le resultará difícil de olvidar.

OD: ¿Cómo fue que quedaste en medio de la guerra en Tel Aviv?

SA: Te comento que a mi padre le hicieron un regalo al cumplir sus 80 años, él pidió ir a conocer Jerusalén. Primero estuvimos por Suiza, de ahí volamos a Jerusalén, llegamos el 1 de octubre, conocimos un par de cosas, y  el día sábado a las 6 de la mañana suena la alarma, cómo era mi quinta vez que iba a Israel, el tema de alarmas lo conocía, tengo una hermana de corazón allá y me dice Che, Silvana, alarma, ok, me levanto, le digo papi, vení que hay alarma, y mi papá no entendía nada, dormido, imagínate, 80 años, y le digo, mirá papi, yo lo único que te pido es que camines, tenemos un minuto y medio para llegar al bunker, camina, luego te explico. Bueno, no le pude explicar mucho ahí, volvemos después de que suena la alarma, hay que esperar 10 minutos y podés salir del bunker, y si no, si vuelve a sonar la alarma, volvés a contar nuevamente, cuando termina de sonar, los otros 10 minutos. Bueno, nos sonó, volvimos a la cama, nos acostamos y le dije, ya después que te levantes te explico. La cuestión es que al rato volvió a sonar la alarma y ahí nos enteramos al mediodía de repente que se había armado la guerra, no había sido nada como otras veces que yo había convivido ahí.

OD:- ¿Cómo fueron esos días en medio de la guerra?

SA: Fueron la verdad días muy duros, yo estaba en Tel Aviv, el primer día colapsó el sistema de Tel Aviv que tiene tan bueno, pero pasaron misiles, así que los misiles reventaban a 50 metros, 100, 500 metros, mi hermana tiene un departamento en el tercer piso, y salíamos al balcón y de repente veíamos a donde habían caído los misiles, porque es el departamento de todos lados. De ahí, bueno, tuvimos que estar encerrados todo el tiempo, porque era no solo que el saber que si salíamos teníamos que tener un bunker cerca, sino era ese miedo a que hubieran terroristas cerca y te tomaran como rehen

OD:- ¿Y a tu padre le contaste cómo era la situación?

 Fueron días muy duros, yo obviamente a mi padre nunca le conté que caían los misiles cerca, yo me enteraba porque mi hermana me decía Silvana, cayó un misil acá, cayó un misil allá, y bueno, reventaron los vidrios de un lado, por ejemplo salíamos a tomar mate al balcón y era el bombardeo que lo sentíamos porque estábamos a 90 kilómetros de Gaza, entonces el bombardeo se sentía, las explosiones, todo el tiempo.

OD: ¿Cuál fue la reacción al tratar de volver al país y no poder hacerlo por el avance de la guerra?

SA:- Estábamos ahí, comprábamos pasajes, queríamos cambiarlos, nos vendían, nos suspendían los vuelos, fue muy desesperante,  lo único que quería era salir, pero me costaba y de repente éramos siete, mi hermana y su familia, se me hacía feo irme y dejarlos. A pesar de que ellos decían,  mirá, estamos más seguros acá porque sabíamos que el aeropuerto lo estábamos bombardeando. Hasta que, a través del gobierno argentino, que estaban repatriando la gente, conseguimos un muchacho que, a través de un primo mío, me hizo la pata para que nos repatrien de que era de San Juan.

OD:- Cómo fue el proceso para poder repatriarte?

SA:- Estábamos en el puesto 1500,, como éramos pocos sanjuaninos, nos repatriaron en el segundo vuelo y pudimos salir de Tel Aviv, pero hasta el último momento fue todo un incertidumbre, un miedo, porque empezaban a bombardear del norte también. Estaba el Líbano que se metía, que no se metía. Y  sonaba la alarma cuando tiraban los del norte, sonaba la alarma cuando tiraban los del sur y toda una incertidumbre. Y nos fuimos al aeropuerto y, sonó la alarma, mi culpa tan grande, yo dije al último, bueno, papi, salgamos lejos de los vidrios y que Dios nos ayude, porque no nos quedaba otra. Estuvimos, con el vuelo demorado más de una hora y media porque ellos seguían bombardeando. De hecho, cuando estábamos en la manga para subir al avión, seguían bombardeando y yo le decía a papi, sentía bombardeo y era que se sentía en la cabeza nuestra. Y creo que en ese momento ya el último ya era como que nos resistíamos y después dijimos, bueno, nos relajemos y seguro que va a pasar lo mejor.

OD:- Me imagino que habrán sido momentos muy angustiantes

SA:- Sí, costó que saliera el avión y, cuando salimos, llegamos hasta Roma y, creo que cuando llegué a Roma le pude contar a mi papá cuán grave era toda la situación. Le comenté y lo único que le dije, papá, déjame llorar una hora y lloré como una loca porque claro, mi familia estaba muy desesperada porque sabía que estaba muy mal, pero yo le decía, no, está todo muy bien, era risa, todo tranqui. Me llamaban y me hacían video y de repente sonaba la alarma y le decía, ay, se cortó, me quedé sin señal, perdóname. Pero yo no quise nunca ponerlos mal a ellos porque yo sabía, ya por mi hermana que ha vivido en Jerusalén y ahora ya no, hace un año se fue a vivir a Suiza, que ya sabíamos que la situación venía para largo y muy, muy mala. Aparte veía a todos los noticieros de allá y todo, yo no quería preocupar a más nadie ni a mi papá mucho menos. Pero bueno, logramos poder salir y tengo la dicha de haber llegado el día lunes y y hoy poder compartir en Aoma los 70 años. Estoy festejando, no solo los 70, sino que volví a vivir creo porque fue terrible. La verdad que puedo darme cuenta hoy por hoy, los bombardeos los sentíamos todo el tiempo, las 24 horas del día y le decía a mi papá, por Dios, pobre esos soldados que tienen que escuchar esas explosiones todo el día porque yo al último decía, papi, no quiero escuchar explosión. Es una cosa que era, aterrador sinceramente.

OD:- Me contabas que allá decidiste colaborar y ayudar a los soldados, ¿en qué consistió esa ayuda?

SA: participé estando allá en Tel Aviv de cosas que donaban para los soldados, así que me puse a trabajar, a ordenar y hacía las cajas para los soldados de las cosas que nos mandaban a pedir. Así que ayudaba más allá de que no sé el idioma, pero ellos saben mucho español y me decían, mirá, este soldado quiere este. Agarraba una caja, metía todo lo que el soldado pedía y a la noche venía gente, lo buscaba y lo llevaba. Todo así por buena voluntad de toda la gente.

OD:- Una experiencia inolvidable.

SA:-  Una experiencia inolvidable, vivir una guerra, tratar de ayudar a un soldado. Y bueno, la verdad que experiencia linda, pero linda y fea porque creo que mueren mucha gente. Mi hermana estaba más allegada, tenía muchas amistades y los soldados tenían 19, 20, 21 años, chicas, niños que murieron mucho. La verdad que todo eso es una pena que en esta época tengamos que vivir eso.

OD:-  ¿Cómo calificás la presencia del Estado argentino para poder repatriarte?

SA:- Lla verdad, tengo que sacarme el sombrero porque me llamaron, me llama mi primo y me dice, mirá Silvana, ya hablé con este muchacho y te van a repatriar. Me llama este muchacho de San Juan y me dice, Silvana, ¿conocés jamás sanjuaninos para repatriar? Le dije, mirá, no. No conozco a nadie que esté acá de San Juan, así que no te podría ayudar. Luego me llamaron de la Embajada Argentina en Israel. La persona divina, lo más cariñoso, amable. Al último después le mandé mensaje cuando llegué a Roma. Y la verdad que fueron incondicionales. Y la gente que nos recibió en Roma, Argentina, no te puedo explicar. Cariñoso, yo creo que ellos también sabían que íbamos con un dolor muy grande, un miedo, una incertidumbre. Y toda la gente de la Armada nos atendieron de 20. La gente de la Armada, los muchachos, todos. Vestidos así, todos militares, todos, pero amables, creo que ellos veían en nuestras caras, en nuestros rostros, la angustia que teníamos. Porque yo me di cuenta que el segundo día de tener la guerra, se me vinieron 70 años encima. No dormíamos, porque la alarma sonaba a cualquier hora. No dormíamos, no comíamos, pues estábamos por comer y ya era el alarma. Y luego las ganas de comer eran nada

¿Qué recuerdo tenés presente cuándo ya estabas lejos de la guerra?

SA:- Me acuerdo que cuando el vuelo pasamos los límites, que ya no teníamos peligro, los militares nos dijeron y todos aplaudíamos. Y era una felicidad que, bueno, no se explica. La verdad que solo los que lo vivimos  sabemos lo que es.

OD:- ¿Estuviste comunicada con tus compañeros de AOMA?

SA: Constantemente, fueron un gran apoyo para mí, todo el tiempo estuvieron pendientes y muy presentes, desde, Horacio,  Iván Malla y todo el resto de la Comisión Directiva no dejaron de mandarme mensajes y palabras de aliento que siempre recordaré.

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