Litio, poder y resistencias en el NOA
- 17 de julio, 2025
Por Pablo Gutkin

“Pensar el litio desde el NOA implica correrse del relato extractivista y preguntar: ¿es posible otro tipo de desarrollo? La respuesta simple es que sí” dice el autor, pero sostiene que movimientos socioambientales, pueblos originarios y asambleas ciudadanas denuncian saqueo.
En el último tiempo, las tierras altas del norte argentino se han vuelto escenario central de una disputa global por los recursos naturales estratégicos. El litio, o como le dicen aquí, el “oro blanco”, se asoma como una promesa de desarrollo para algunos y como amenaza velada para otros. Esta tensión revela no sólo un conflicto ambiental o económico, sino una configuración de poder que pone en evidencia viejas y nuevas formas de colonialismo interno.
Las provincias de Jujuy, Salta y Catamarca concentran la mayor parte de las reservas de litio en el país. Cualquiera pensaría que es una buena noticia para ellas haber recibido ese regalo de la naturaleza. Sin embargo, a pesar de la importancia crucial que estas regiones adquieren, junto a Vaca Muerta, en los planes económicos y de desarrollo nacional en el mediano y largo plazo, sus poblaciones locales —especialmente las comunidades originarias— suelen quedar excluidas de las decisiones, del debate público y, sobre todo, de los beneficios materiales que genera esta industria.
El modelo de explotación dominante es de tipo extractivo-exportador, lo que comúnmente llamamos “enclave”, orientado a la exportación de materia prima sin agregado de valor local, con alta dependencia de capitales especulativos y escasa capacidad de regulación estatal real.
Impacto ambiental del litio: el uso de agua dulce y el desecho de residuos tóxicos genera discordia
Este modelo de explotación se articula con una narrativa tecnocrática que presenta al litio como insumo “verde” para la transición energética global, omitiendo el impacto ambiental que tiene su extracción en ecosistemas frágiles y en reservas de agua subterránea, en zonas donde el agua es un bien escaso y vital.
Desde el punto de vista sociológico, lo que está en juego no es solo un recurso, sino la disputa por el sentido del desarrollo. ¿Para quién se desarrolla el norte argentino? ¿A qué costo social, ambiental y político? ¿Qué lugar tienen en este esquema las comunidades indígenas, campesinas y los actores locales?
En Jujuy, por ejemplo, la criminalización de la protesta, la reforma constitucional exprés llevada a cabo por el ex Gobernador Gerardo Morales en 2023 y la represión de comunidades que se oponen al avance del extractivismo configuran un escenario preocupante. El Estado provincial aparece como garante de los intereses corporativos, más que como mediador entre actores con intereses divergentes.
Pero también hay resistencias. Movimientos socioambientales, pueblos originarios, asambleas ciudadanas y redes de solidaridad regional articulan una respuesta que interpela no sólo al poder político y empresarial, sino también al sentido común dominante que asocia litio con progreso sin conflicto social.
En este sentido, la existencia de más de 300 comunidades originarias, cada una con su propia identidad, valores, órganos de gobierno e intereses, dispersa y obstaculiza la acción política, la fragmenta y la diluye. Como viene ocurriendo con buena parte de los sectores populares en general.
Pensar el litio desde el NOA implica correrse del relato extractivista y preguntarse: ¿es posible otro tipo de desarrollo? La respuesta simple es que sí, que se puede y se debe construir un modelo que no repita los viejos esquemas de saqueo, subordinación y silencio, un modelo que escuche a los territorios en lugar de tomar el atajo de silenciarlos.
Por Pablo Gutkin
Sociólogo / Consultor
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