Mendoza: El futuro llegó, pero para San Juan
- 15 de marzo, 2021
Según las estadísticas que muestra el INDEC, de cada 100 dólares que exporta Argentina, 5,8 se han originado en la región de Cuyo, que integran Mendoza, San Juan y San Luis.
Por: Marcelo Torrez
@MarceloTorrez
Allí se cuentan los productos primarios, la manufactura agropecuaria y la de origen industrial. En el desagregado, Mendoza tiene una participación de 2,4 por ciento de las exportaciones nacionales, San Juan, de 2,1 por ciento y San Luis, de 1,3 por ciento. En números absolutos, Mendoza exportó por un poco más de 1.400 millones de dólares, en tanto que San Juan lo hizo por 1.200 millones de la misma moneda. Son los datos del 2019.
Pero, hacia fin de este año, de acuerdo con lo que están calculando ya los hombres de negocios de la provincia y algunos también de la política, San Juan podría estar en condiciones de superar a Mendoza en ventas al exterior y comenzar una curva ascendente que no sólo la haría despegar notablemente en cuanto a ingresos per cápita, estándar de vida en general, generación de empleo y de oportunidades varias, sino que la transformaría en líder económica del oeste argentino.
¿Son exageradas tales previsiones o están equivocados esos pronósticos? Es posible que esas preguntas no sean las más precisas ni las más importantes, y que aquella visión de que San Juan tomará la delantera en breve en términos económicos y de calidad de vida dentro de las provincias de la región, se confirme o no, tenga que ver con la histórica y pintoresca rivalidad entre el “mangrullo” de Cuyo (Mendoza) como dice la cueca de Félix Dardo Palorma, y “sus ventanales” al fondo, como se la llama a San Juan en la misma canción.
Lo que debería importar en Mendoza, una provincia siempre tan altanera y soberbia en muchos aspectos, pero justificadamente orgullosa por todo lo que hizo en el pasado para proteger la civilidad, la relevancia y respeto por sus instituciones y su sistema republicano, es que no tendría que perder más tiempo y concentrarse en mejorar todos sus indicadores económicos que vienen mostrando una decrepitud lastimosa desde varios años a esta parte. Y, así como le ocurre a Argentina –un país que, con lo que tiene, fácilmente podría ubicarse entre los 15 o 20 mejores del mundo para vivir– Mendoza está para mucho más de lo que da en todo sentido.
Uno de los mayores inconvenientes que padece la provincia es que, también desde hace tiempo, su dirigencia carece de nivel y capacidad para sobreponerse a las diferencias, para parar la pelota y ese juego vertiginoso de la nada misma que se está desarrollando, para identificar un futuro posible no sólo para las próximas generaciones, sino para la actual, que se mueve zigzagueante y desconcertada.
En San Juan hacen cuentas desde muchos años. Allí dicen que, desde que comenzaron con el cambio de su matriz económica, hace 25 años, cuando decidieron pasar del perfil agropecuario a la exploración, extracción y producción de metales y piedras preciosas, no perdieron tiempo en la tarea de atraer negocios para la provincia y salir a buscar inversiones.
Mientras en San Juan afirman que si se pusieran en funcionamiento los proyectos mineros de Altar, Pachón, Azules, Filo del Sol, junto con Guacamayo y Veladero, sin Pascua Lama, a valores actuales podrían inscribir exportaciones anuales por casi 8.000 millones de dólares. Sólo entre el 2017 y 2018, doce proyectos mineros invirtieron en exploración 56,9 millones de dólares. Las inversiones, las ventas al exterior y las regalías le han permitido, por caso, a San Juan, construir cinco embalses en diez años.
Pero hay un proyecto minero que comienza a ganarse un espacio en la vecina provincia, luego de haber mantenido por quince años un bajo perfil sorprendente. Se trata del proyecto polimetálico, pero particularmente cuprífero, más importante del país. Se llama Josemaría, a 400 kilómetros al norte de la capital sanjuanina, en el departamento de Iglesias y a diez kilómetros de Chile. En seis meses, el Gobierno sanjuanino le aprobará la Declaración de Impacto Ambiental (DIA) y apenas arranque el 2022 comenzará su construcción.
Las expectativas en San Juan sobre Josemaría son enormes. Con un cobre que ha comenzado a revalorizarse en los mercados internacionales, alcanzando los 4,3 dólares por cada libra, el grupo canadiense Lundin (al frente del proyecto) invertirá 3.090 millones de dólares para construir un yacimiento que promete producir 230.000 toneladas de cobre por año, además de plata y oro. El grupo tomará a 4.000 trabajadores directos para la construcción de la mina por cuatro años y, una vez que comience a producir, unos 2.000 en la operación, con un horizonte de explotación de 19 años.
Además del trabajo que generará durante su construcción y aquellos necesarios para hacer funcionar la mina, multiplicará la mano de obra por 9 con el empleo indirecto sólo en la ciudad de San Juan. Josemaría está enclavado a más de 4.000 metros de altura. “Mientras más alta está la mina, más empleo indirecto genera abajo por todo lo que no se puede hacer arriba”, dice un especialista de la provincia vecina.
Por supuesto que hace tiempo que San Juan resolvió sus cuestionamientos –razonables y valederos– con el desarrollo minero. Y sigue adelante, impulsado y apoyado por el mismo Gobierno nacional de Alberto Fernández. Con el sanjuanino Alberto Hensel en la Secretaría de Minería y el propio Matías Kulfas, el ministro de Desarrollo Productivo, el gobierno de Sergio Uñac ha conseguido el aire para darle más impulso a lo que hoy le genera riqueza y les puede garantizar por mucho tiempo más un mejor estándar de vida a los sanjuaninos.
Pero, San Juan también parece una isla en un país en donde las manifestaciones antimineras parecen incrementarse. A la vista están los inconvenientes que tiene Mendoza para avanzar, incluso, en aquellos territorios con licencia social, como Malargüe. Los últimos acontecimientos en Chubut, donde una turba exaltada atacó la combi en la que viajaba el presidente Fernández, el fin de semana, dan cuenta de ese clima adverso hacia la actividad. En esa provincia se resiste el intento de su gobierno por modificar la legislación que no permite la minería a cielo abierto y tampoco una zonificación.
Sin embargo, en momentos tan complicados, con un futuro que no promete buenas noticias para la economía, cuando a nivel global comenzará una expansión económica probablemente sin precedentes una vez que se supere la pandemia de coronavirus, resulta inexplicable cómo no se dan debates a fondo y con seriedad sobre el uso y aprovechamiento de los recursos naturales. Inentendible.
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