Uspallata necesita a la minería, por Guillermo Mosso
- 29 de julio, 2025
Uspallata es una de esas localidades que, a pesar de su belleza natural y su ubicación estratégica, carga con una realidad dura y persistente:

Más del 60% de su población vive bajo la línea de pobreza y un 24% está en situación de indigencia. Estamos hablando de una villa de aproximadamente 6.700 habitantes donde, en términos simples, la mayoría no logra cubrir sus necesidades básicas. No se trata de una cifra más. Es un llamado de atención que lleva años sin respuesta.
La raíz del problema no es difícil de encontrar. En Uspallata no se han creado nuevas fuentes de trabajo significativas en los últimos años. Las actividades económicas disponibles, aunque valiosas, no alcanzan para sostener a toda la comunidad. El empleo formal proviene en gran parte del sector público: Gendarmería, el Ejército, el hospital, las escuelas. Estas instituciones cumplen un rol clave, pero no pueden absorber toda la demanda laboral. El resto se reparte entre el comercio local y el turismo, que funcionan en ciclos estacionales.
El comercio uspallatino, si bien ha crecido en diversidad, sigue limitado en escala. Son emprendimientos familiares, negocios de cercanía, algunos servicios básicos. No hay cadenas productivas ni polos de desarrollo que derramen riqueza o generen empleo masivo. Por su parte, el turismo tiene momentos de actividad intensa, sobre todo en verano y en los fines de semana largos, pero no tiene continuidad ni capacidad de absorción laboral suficiente. La estacionalidad manda.
En los últimos años, se han realizado inversiones que ampliaron la oferta de camas disponibles, tanto en establecimientos hoteleros como en complejos de cabañas, lo cual mejoró la infraestructura turística. Sin embargo, esto no se tradujo en la generación de puestos de trabajo suficientes para absorber a la población desocupada. Y en muchos casos, de acuerdo al tipo de alojamiento, los salarios que se pagan son bajos, informales o sujetos a la temporada, lo que impide construir una base económica sólida para la comunidad.
Todo esto desemboca en un panorama concreto: la mayoría de las familias de Uspallata no logra sostenerse con los ingresos que percibe. No porque no trabajen, sino porque la econonomía actual de la villa no alcanza. No alcanza en cantidad, no alcanza en calidad, no alcanza para romper el círculo de la pobreza.
Por eso, es una paradoja que un evento catastrófico para el turismo, la logística de cargas y el comercio, como lo es el cierre del paso a Chile por nevadas, sea visto como una bendición para Uspallata. ¿La razón? Porque con camiones varados y transportistas necesitados de provisiones, muchos comercios y vecinos tienen la oportunidad de hacer unos pesos con la venta de sándwiches, viandas o en algunos casos hasta de lugar para pernoctar. Esos momentos inyectan una bocanada de actividad a la alicaída economía local. Esta ironía resume la realidad: la villa depende de circunstancias fortuitas –y no deseables– para obtener un empuje comercial que debería provenir de una economía más sólida
En este contexto, la minería es una oportunidad de revertir esta situación de fondo.
En 2010, el Proyecto San Jorge se presentó como una posible bisagra para la economía de Uspallata. Una chance concreta de transformación productiva para la región, que por distintos motivos no prosperó. Uspallata y Mendoza dejaron pasar esa ocasión. Hoy, quince años después, el proyecto ha cambiado: se reformuló, se mejoró tecnológicamente, adoptó una nueva ingeniería y un enfoque ajustado a los estándares actuales. Ese nuevo planteo, más robusto y superador del anterior, lleva otro nombre: PSJ Cobre Mendocino. Y vuelve a poner sobre la mesa la posibilidad real de iniciar un camino de desarrollo sostenido para la región.
Con una importante inversión, el proyecto planea generar cientos de puestos de trabajo directos e indirectos, dinamizar el comercio, fortalecer los servicios y principalmente, ofrecer empleo genuino, registrado y bien remunerado. Sobretodo para los jovenes que tienen que emigrar de Uspallata a la fuerza, para tener posibilidades laborales y de desarrollo personal. En una localidad donde el 60% está en la pobreza, eso no es menor. Eso es un antes y un después.
Por supuesto, la minería tiene que hacerse bien. Con controles. Con participación de la comunidad. Con un plan ambiental serio y transparente. Eso es posible. Se hace en otras provincias argentinas, se hace en muchos países del mundo, en nuestros vecinos de cordillera. No hay ninguna razón técnica para que no se pueda hacer también en Mendoza. Lo que no se puede hacer es seguir mirando para otro lado mientras un pueblo entero vive por debajo de la línea de dignidad. Ni oponerse por comodidad ideológica o para usufructuar con demagogia una posición política en vísperas de campaña electoral.